¡No vas a escapar!
Cada vez que veo en las noticias a alguien tratando de escapar de la policía en su automóvil quiero decirle al conductor que se rinda, que no corra, que no va a poder escapar y que esto no va a terminar bien. Y es que hay algo en la mente del que va huyendo que le hace pensar que él sí se va a poder escapar. Sin embargo, nunca el que va huyendo lo logra; y hay veces que mira hacia atrás y como no ve a ningún policía piensa que lo logró, sólo para descubrir que unas millas más adelante lo están esperando. Lo mismo sucede con las personas que intentan huir de Dios, nunca se escapan, y Dios siempre se les adelanta y los está esperando. Lo interesante es que todos hemos intentado huir de Dios, algunos están corriendo desde su juventud, otros en una etapa de sus vidas y otros en una área específica. Todos hemos sido culpables de intentar huir de Dios.
Dios interviene en la vida del fugitivo
Jonás 1:7 NVI
Los marineros, por su parte, se dijeron unos a otros: ¡Vamos, echemos suertes para averiguar quién tiene la culpa de que nos haya venido este desastre! Así lo hicieron, y la suerte recayó en Jonás.
Al leer la historia de Jonás en la Biblia encontramos a un hombre que pensaba podía escapar de Dios. El Señor lo había llamado para ir en una dirección y él se montó en un barco para ir en dirección opuesta. Al principio todo estaba bien, tan bien que Jonás decidió acostarse a dormir, pensando que había dejado a Dios atrás. Pero mientras dormía profundamente Dios causó que se desatase una poderosa tormenta, de hecho tan fuerte que los marineros se dieron cuenta de que estaba sucediendo algo más, que tenía que haber una conexión entre lo que estaba sucediendo y alguien que se encontraba en el barco. Así que decidieron despertar a Jonás pensando que quizás era él esa conexión, y efectivamente descubrieron que todo estaba pasando porque Jonás estaba huyendo de Dios. Me imagino que cuando Jonás despertó habrá pensado, esto no me puede estar sucediendo, esto tiene que ser coincidencia; sin embargo sí le estaba sucediendo y no era una coincidencia. A menudo las tormentas en nuestras vidas no son una coincidencia, sino que Dios es un experto utilizando las circunstancias rutinarias para torcerlas de tal manera que causen que le tengamos que prestarle nuestra atención.
Dios no sale corriendo detrás de nosotros, Dios se adelanta y espera por nosotros.
Jonás 1:17 NVI
El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre.
Jonás pensaba que se había escapado de Dios, se montó en el barco, volteó a mirar y no vio a Dios por ninguna parte. Lo que Jonás no sabía es que Dios no iba a salir corriendo detrás de él, sino que Dios se le había adelantado y estaba esperando por él. No sólo con una gran tormenta para atraer su atención, sino también con un nuevo vehículo para llevarlo al lugar donde lo había enviado desde el principio.
Es simple, no vas a poder escapar de Dios, y Él no va a salir corriendo detrás de ti, sino más bien se va a adelantar para esperar por ti.
¡Padre Celestial no quiero ser un fugitivo! Sino todo lo contrario, quiero someterme a tu voluntad y hacer desde un principio lo que me mandes, porque no deseo pasar por el dolor de que al huir de ti te me adelantes y me lleves por una tormenta al lugar donde me habías mandando al comienzo.