CARGANDO LA BATERÍA
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Lunes, 3 de agosto
Tengo suficiente edad como para recordar la vida antes de los teléfonos inteligentes, pero en hoy día no me puedo imaginar la vida sin el mío. Yo dependo de mi teléfono para comunicarme y entretenerme. En el pasado se me olvidaba cargarlo de vez en cuando y solía quedarme sin carga en los momentos más inoportunos. Por eso ahora siempre llevo un cargador adicional en mi carro, en mi oficina y en mi bolsa de viaje. Porque la verdad es que mi teléfono celular de nada me sirve si no tiene carga.
Nuestras vidas se pueden comparar con nuestros teléfonos inteligentes, ya que son capaces de hacer muchas cosas buenas, pero sólo si sus baterías están correctamente cargadas. La diferencia es que cuando nuestro teléfono se queda sin carga simplemente deja de funcionar, pero cuando nuestras vidas se quedan sin carga continúan funcionando pero en contra de nuestros propios principios y valores. Cuando nos quedamos sin carga nuestro carácter es el que siempre va a pagar el precio más alto. Y sabemos que nos estamos quedando sin batería cuando comenzamos a decir cosas como: “ya estoy harto.” o “no puedo más” y luego entramos en todo tipo de comportamientos destructivos. Cuando nuestras vidas se quedan sin carga nuestro carácter es el que siempre va a pagar el precio.
Estaciones de recarga
Cuando se trata de nuestros teléfonos inteligentes estamos pendientes de mantenerlos cargados, es por eso que tenemos cargadores de teléfonos en nuestra casa, la oficina e incluso en nuestro automóvil. De hecho, en la mayoría de los aeropuertos y lugares públicos tienen estaciones de recarga, porque sabemos lo importante que es mantener nuestros teléfonos cargados. ¡Si mantener nuestros teléfonos cargados es tan importante cuanto más importante no debería ser mantener nuestras vidas cargadas! Y tu estación de recarga es ese lugar que buscas a solas para pasar tiempo con Dios, es ahí donde Él te llena de su Espíritu Santo. Otra estación de recarga es cuando te reúnes con otros a orar, como grupos comunitarios, vigilias, etc. Y la tercera estación es adonde quiera que estés, en tu carro, tu oficina, cuando sales a hacer ejercicio y estás hablando con Él.
Gálatas 5: 19-22 NVI
Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos.
En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio.
Cada uno de nosotros nacemos con una naturaleza pecaminosa, el mal comportamiento es común en todos nosotros. ¿Alguna vez has notado que no necesitamos enseñarle a nuestros hijos malos comportamientos? Eso viene sin ayuda nuestra, porque es parte de nuestra naturaleza pecaminosa humana. La buena noticia es que Pablo nos dice que hay una solución al problema y no tiene nada que ver con los oradores motivacionales o libros y programas de autoayuda. Pablo dice que es el poder del Espíritu Santo que produce el carácter correcto en nosotros. No es algo que hacemos, más bien es el resultado de mantener el cargador de nuestra vida conectado a Dios. Si mantener nuestros teléfonos inteligentes es importante ¿cuánto más no debería serlo el mantener nuestras vidas cargadas con el poder del Espíritu Santo?
Padre Celestial ayúdame a mantenerme conectado a la fuente de Poder que eres Tú, para que todos los que me rodean me conozcan por mis frutos, ayúdame a entender la importancia de recargarme todos los días de mi vida. Gracias porque los frutos de tu Espíritu Santo en mí.
Robert Cruz Jr.
Bobby Cruz Jr. became Senior Pastor of CDA Miami in 1999, continuing the work that his father, Bobby Cruz began in 1980. Bobby Jr. is an engaging speaker whose passion is to lead people in a growing relationship with Jesus. He has five children and he lives with his wife Ana in Doral, FL.