Jesús, ¿Me Recoges Mi Reguero?

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Jesús, ¿me recoges mi reguero?

Viernes, 13 de noviembre

¿Alguna vez has tenido que limpiar el reguero de otra persona? Quizás en tu trabajo, donde tu jefe o algún compañero dejó un desorden en el sistema de computación. O quizás llegas a tu casa y te encuentras con que tu hijo derramó un galón de leche por toda la cocina y aunque intentó limpiarlo todavía hay leche por todas partes. Los que vivimos en el sur de Florida entendemos lo que es tener que recoger regueros que no creamos cuando limpiamos el desorden y la devastación que dejan los huracanes. Algunas propiedades quedan tan devastadas que los propietarios optan por vender la tierra y marcharse para otras ciudades, dejando el reguero atrás. Ni siquiera puedo imaginar lo que Dios sintió cuando por primera vez contempló la devastación y el desastre que el pecado causó a su creación.

 Génesis 6: 5-6 NVI

El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el Señor lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón.

 El pecado de la humanidad causó tanto daño que no había absolutamente ninguna manera de que se pudiera limpiar o reparar los estragos causados por esa evidente irresponsabilidad. Sin embargo Dios, en lugar de pasar por alto el reguero causado por el hombre optó por inclinarse y recoger Él mismo el reguero del desastre y la devastación. Con el tiempo Dios comenzó el proceso de limpieza sacando la manguera e inundando la tierra con agua y removiendo del planeta a todos los que se habían rebelado en contra de Él. Sólo Noé y su familia aceptaron la invitación de Dios de escapar del proceso de limpieza. Podríamos suponernos que una segunda oportunidad y un nuevo comenzar resolvería el problema, pero poco después de que las aguas bajaron, los hombres comenzaron a pecar de nuevo creando aún más regueros. El problema era más grande que limpiar el planeta, el problema era que el pecado como un virus estaba en cada uno de los seres humanos y con el nacimiento de más personas el desorden y la infección sólo se extendía más y más. El pecado había causado un problema más grande, un reguero externo y otro interno en los corazones de todos. Dios ahora tendría que limpiar el reguero en los corazones, pero para destruir el pecado que Dios tanto odia significaba que tendría que destruir a la humanidad que tanto ama.

Romanos: 23-25 ​​MSG

Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. Sin embargo, Dios nos declara justos gratuita y bondadosamente por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado.

Dios odia el pecado pero ama a los pecadores. Para Dios poder completar la limpieza del reguero y de la devastación creada por el pecado, tendría que tratar el problema del pecado que infecta las mentes y los corazones de toda la raza humana. La única manera de hacerlo era a través del castigo del pecado. Alguien tendría que recoger el reguero. Pero el castigo por el pecado era la muerte, así que lo que Dios hizo fue colocar la sentencia de muerte sobre su Hijo Jesús, haciéndolo a Él responsable de recoger el reguero. Al hacer esto de una vez y para siempre limpió las mentes y los corazones de todos los que hemos pecado cuando aceptamos la invitación de permitirle a Jesús cargar con nuestros pecados. Es por eso que Dios castiga el pecado pero le extiende su gracia a todos los que le piden a Jesús que les recoja su reguero.

Isaías 53: 5-6 DHH

El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca. No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo rechazaban. Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento. Como a alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado. Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud. Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.

 Amado Jesús ¿qué hubiera sido de nosotros si tú no hubieras aceptado la invitación de nuestro Padre Celestial de recoger el reguero que todos hemos hecho por causa de nuestros pecados? Sólo tú podías hacer algo así, sólo tú eras capaz de limpiarnos y salvarnos. Sin ti simplemente no habría esperanza alguna, sin embargo, gracias a que decidiste recoger mi reguero vivo en paz y con la garantía de una vida eterna en ti.