Hasta Aquí Llegamos – Bobby Cruz Jr

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Viernes, 18 de marzo

 

Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza. – 1 Timoteo 4:12

 

Imagínate el dilema de Nehemías cuando por primera vez llegó a Jerusalén como un extranjero y se presentó delante de ellos con la visión de reconstruir los muros de la ciudad. Me puedo imaginar a algunas personas en la audiencia diciendo o por lo menos pensando, “¿Y éste de donde salió? ¿Acaba de llegar y ya se cree que va a resolver este problema que lleva décadas? ¡Ey Nehemías, no tienes idea de lo que estás hablando! “¿Cómo podría Nehemías convencer al pueblo a que se entregasen a tan enorme proyecto? Después de todo otros anteriormente lo habían intentado sin éxito alguno. Además, para el pueblo de Jerusalén el vivir de esta manera era normal. Hay muchas lecciones que podemos aprender del encuentro inicial de Nehemías con el pueblo de Jerusalén. Pero hay uno en particular que me ha servido en mi deseo de cumplir con el propósito de Dios para mi vida. Y es que nunca se puede esperar que las personas vayan más lejos de lo que tú estás dispuesto a ir.

 

Fue a finales de 1990 que Dios me llamó para dirigir la iglesia que mi padre y un grupo de hombres y mujeres habían fundado unos 20 años antes. Lo bellos de ser el pastor de una iglesia existente es que no tenía que empezar de cero. Por ejemplo, no tenía que preocuparme por adquirir o buscar una propiedad. Teníamos un hermoso y gran templo de unos veinticinco mil pies cuadrados. Pero el otro lado de la moneda es que era un edificio muy antiguo. Y en menos de un año que comencé como pastor de la iglesia se me informó que a causa de lo viejo del edificio y las demandas eléctricas, todo el sistema eléctrico tenía que ser reemplazado. Comenzábamos nuestros servicios y literalmente nos quedábamos sin electricidad alguna. Como si esto fuera poco, varias semanas después se me informó que el techo del edificio también tenía que ser remplazado. Cuando llovía el agua caía como una cascada dentro de templo. Los costos de la reparación eran astronómicos; eran de cientos de miles de dólares. No teníamos esa cantidad de dinero. Para aquellos que me conocen saben que no me gusta pedir dinero. Pero en este caso, o me presentaba delante de la congregación para comunicarles la necesidad, o tendríamos que dejar de operar como Iglesia. No me quedaba otra opción, tendría que ir delante de la congregación.

 

En ese momento me acordé de la lección que había aprendido a través de la historia de Nehemías. Nunca esperes que las personas vayan más lejos de lo que tú estés dispuesto a ir. Así que lo primero que hice fue sentarme con mi esposa, ya que ella es la que dirige las finanzas en nuestra casa y le pregunté con cuánto podríamos contribuir para este proyecto. Ella me dijo, “estamos viviendo de cheque en cheque, pero haremos todo cuanto nos sea posible”, lo que obviamente no sería mucho. Así que hice otra pregunta, ¿y si decidimos no tomar nuestro salario de la iglesia hasta que se complete el proyecto? Y sin pensarlo me dio una respuesta que no me sorprendió, ella me dijo, “amen”. Así que fui ante los miembros de la congregación, les conté el problema y les dije que no iba a tomar mi salario de la iglesia hasta que se cumpliese el proyecto. Lo difícil era que en ese momento no teníamos otra fuente de ingresos, ni tampoco teníamos dinero ahorrado. Pero eso no se lo dijimos a nadie. El proyecto completo duró unos seis meses. Y para hacer una historia larga corta, lo que te puedo decir es que Dios nos suplió de una manera tan increíble y milagrosa que nunca dejamos de pagar una sola cuenta.

 

Pero quiero volver al punto, cuando les conté a la congregación de la iglesia el riesgo y los sacrificios que mi esposa y yo estábamos dispuestos a tomar, todos dijeron, “manos a la obra”. Y en menos de seis meses todos los fondos se habían colectado. Un dato importante es que en ese momento no habían personas financieramente ricas en nuestra congregación, fue un esfuerzo colectivo. Por eso le doy gracias a Dios por la historia de Nehemías, porque para mí es un recordatorio de que para llevar o guiar a las personas más lejos de lo que ellos se imaginan o piensan que pueden llegar, tú tienes que estar dispuesto a ir por delante.

 

Padre Celestial es tan gratificante saber que si estamos dispuestos a hacer tu obra en esta tierra cumpliendo tu propósito divino Tú vas delante de nosotros proveyendo, guiando y abriendo el camino; pero ayúdame a recordar que tengo que ser como Nehemías, estar siempre dispuesto a sacrificar y a arriesgar más de lo que espero que los demás lo hagan.