Confesiones

 

 

Miércoles, 22 de marzo

 

Todo el mundo quiere ser feliz y la buena noticia es que todos pueden alcanzar la felicidad. Porque la felicidad es una decisión que no depende de lo que está sucediendo a tu alrededor, sino más bien depende de lo que está sucediendo dentro de ti. Si vas a escoger ser feliz en algún momento vas a tener que lidiar con tu culpabilidad. Todos sentimos algún nivel de culpa, el problema es que la culpa y la felicidad son mutuamente excluyentes; no pueden vivir juntas en el mismo corazón. Lidiar con la culpabilidad es simple, pero definitivamente no es fácil. En blogs pasados ​​hemos dicho que el primer paso para deshacerse de la culpabilidad es tomar un inventario moral personal. En este paso nos preguntamos, ¿de qué me siento culpable? Nunca es una buena idea excusar, ocultar, reprimir o culpar a otros por nuestros sentimientos de culpabilidad. Dijimos que el segundo paso es asumir la responsabilidad por nuestras faltas; tenemos que reconocer nuestras heridas, nuestros complejos y nuestros malos hábitos. Y el tercer paso dijimos que es pedirle perdón a Dios. Hoy vamos a ver el cuarto paso, muy probablemente el paso más difícil en el proceso de deshacernos de la culpabilidad que mora en nuestros corazones.

 

El cuarto paso es, confesar tus faltas a otra persona.

 

Para la gran mayoría de la gente la idea de confesarle a alguien sus secretos más oscuros y más profundos simplemente no es algo que están dispuestos a hacer. Esto es lo que causa que muchas personas no puedan ser sanadas de las consecuencias de sus faltas, la culpabilidad. Esto es similar a la persona que tiene una enfermedad cardíaca, pero tienen tanto miedo de la cirugía que prefieren vivir con la enfermedad y el riesgo de morir de un ataque al corazón. Si quieres ser sanado de la culpabilidad vas a tener que confesarle tus faltas a otra persona.

 

Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.

– Santiago 5:16 NLT

 

La culpabilidad no es más que un síntoma de una enfermedad interna, una enfermedad que no te permite ser plena y consistentemente feliz. Cuando confiesas tus pecados a Dios, el resultado es el perdón, pero cuando confiesas tu pecado a otra persona, el resultado es que recibimos sanidad de los malos efectos del pecado, la culpabilidad. Cada vez que le pidas perdón a Dios Él te perdonará tus pecados; pero si quieres ser sanado de tus pecados, Dios ha decidido sanarnos cuando nos confesamos nuestros pecados los unos a los otros. Este es un paso difícil pero necesario, sin él nunca serás completamente sanado de la culpabilidad, pero también puede ser un paso peligroso si no lo tomas sabiamente y con cuidado. Permíteme darte algunas herramientas que puedes aplicar para escoger sabiamente a la persona que vas a confesarle tus faltas.

 

  1. NUNCA te confieses con una persona del sexo opuesto.
  2. NUNCA te confieses con una persona chismosa o que no puede guardar un secreto.
  3. Escoge una persona madura en la que puedas confiar.
  4. Escoge una persona neutral en tu vida, alguien que no tiene nada que ganar o perder con tu confesión.
  5. Escoge a alguien que conoce al Señor lo suficientemente bien como para reflejar el perdón de Dios a ti.

 

Padre Celestial ayúdame a tomar cada uno de estos cuatro pasos que me van a liberar de mis culpas y me van a permitir ser plena y consistentemente feliz. Sobretodo Señor, ayúdame a ser obediente a ti y aplicar las herramientas que Tú pones a mi alcance para yo poder escoger sabiamente a esa persona que voy a escoger para confesarle mis faltas. Gracias por tu dirección para mi vida, porque tu voluntad para mí siempre es buena, agradable y perfecta.