Aprovechando tu Poder

 

 

Viernes, septiembre 29

 

Puede que pienses que eres una persona sin mucho poder en este mundo, pero la verdad es que todos disfrutamos de algún nivel de poder. El poder viene de muchas formas y maneras; hay personas que tienen poder por su posición económica o social o por el cargo que desempeñan; además está el poder físico y el poder de influenciar a través de las palabras o acciones. También es cierto que el poder se incrementa o disminuye en diferentes etapas de nuestras vidas, esto quiere decir que hay momentos en que tenemos más poder que otros; hasta que finalmente nuestras vidas terminan y nos tenemos que presentar ante Dios para rendirle cuentas sobre el poder que El nos dio mientras estuvimos aquí. Una vez más, quizás piensas que no eres precisamente la persona más poderosa que conoces, pero sin lugar a dudas de que tienes cierto grado de poder lo tienes. Y la pregunta que nos deberíamos de hacer es: ¿Para qué Dios nos ha dado poder?

 

Cuando alguien te otorga poder lo hace con un propósito en mente. Si trabajas para una empresa ellos te conceden poder pero con la finalidad de que cumplas una agenda para el beneficio de esa empresa. Lo mismo sucede cuando se trata de Dios, Él nos ha dado poder con la finalidad de que cumplamos su agenda y no la nuestra. Imagínate que depositas tu dinero que has venido trabajado durante años en una cuenta de retiro en el banco y cuando llega el día de tu retiro descubres que el agente del banco utilizó todo tu dinero para pagar sus cuentas personales. No tiene sentido ¿verdad?, tampoco tiene para Dios sentido que desperdiciemos el poder que nos ha dado, porque así como tú le pedirías cuentas al agente del banco Dios te las va a pedir a ti. Por lo tanto sería bueno que nos volviéramos a preguntar ¿para qué Dios me ha dado poder?

 

Remontémonos a la historia donde faltan aproximadamente 24 horas para que Jesús sea crucificado; Jesús dándose cuenta de que su tiempo en la tierra estaba llegando a su fin reúne a los discípulos para mostrarles cómo deben utilizar el poder que Dios les había dado y el poder que eventualmente tendrían después de que Él resucitase.

 

Juan 13: 1 / 3-5 / 12-17 NVI

Se acercaba la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre. Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

 

Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio (PODER), y que había salido de Dios y a Él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.

 

Cuando terminó de lavarles los pies, se puso el manto y volvió a su lugar. Entonces les dijo: —¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. ¿Entienden esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica.

 

Entonces, ¿Para qué Dios te dio poder? Jesús respondió esta pregunta hace más de 2000 años, porque Él, siendo el hombre más poderoso del mundo, nos demostró claramente para qué es que Dios nos ha dado poder. El poder que Dios nos ha dado se supone que lo utilicemos de manera que beneficie a los demás. Imagínate cómo luciría este mundo hoy en día si sólo los que nos llamamos cristianos actuásemos de esa manera. Imagínate que al despertar cada mañana nos preguntásemos, ¿De qué manera puedo utilizar el poder que Dios me ha dado de manera que beneficie a los demás?

 

El poder es dado por Dios para que con amor lo utilicemos para beneficiar a otros.

 

Padre Celestial gracias porque a través de esa enseñanza que nos dejo tu amado Hijo puedo ver claramente para qué me diste poder, no es para que yo saque provecho de él, sino para que pueda usarlo de manera que beneficie a las personas que me rodean. Ayúdame a usarlo de manera correcta para que cuando me toque estar en tu presencia pueda rendirte cuentas sabiendo que hice lo que esperabas de mí.