A veces me pregunto

 

 

 

 

Miércoles, 03 de enero

 

A veces me pregunto cómo sería Jesús de niño. ¿Sería un niño tranquilo o hiperactivo? ¿Cuáles serían sus pasatiempos favoritos? ¿Cómo habrá interactuado con otros niños? Realmente no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que a pesar de ser el Hijo de Dios, Jesús en muchas maneras fue como todos los demás niños: no era capaz de cuidarse, protegerse o incluso alimentarse a sí mismo. Y al igual que todos los demás niños, Jesús también tuvo que crecer, madurar y finalmente, aprender quién era Él en verdad. El Dios que todo lo sabe vino a este mundo como un niño sin saber nada. Así que, como niño tuvo que depender de sus padres para que lo cuidaran y protegieran. Pero en algún momento tuvo que crecer y hacerse cargo de su responsabilidad de ser el Salvador del mundo, Emanuel “Dios con nosotros”.

 

Lucas 2:41-47 



Los padres de Jesús subían todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, fueron allá según era la costumbre. Terminada la fiesta, emprendieron el viaje de regreso, pero el niño Jesús se había quedado en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. Ellos, pensando que él estaba entre el grupo de viajeros, hicieron un día de camino mientras lo buscaban entre los parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al cabo de tres días lo encontraron en el *templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

 

A menudo se dice que para saber a dónde uno va, primeramente tiene que saber de dónde viene. Eso es precisamente lo que encontramos a Jesús haciendo. Jesús en el templo, sentado entre los maestros de la Palabra de Dios, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y fue a través de esta interacción que Jesús el Hijo de Dios descubrió su propósito en este mundo. ¿Sabes de dónde vienes y adónde vas? ¿Estás al tanto de cuál es tu propósito en esta vida? Tal vez es hora de hacer lo que Jesús hizo. Quizás sea el momento de escuchar y preguntar.

 

Padre Celestial sé que me creaste con un propósito, sé que vengo de ti y que voy hacia ti gracias a que Jesús cumplió su propósito de salvarme. Gracias por tu amor y gracia infinita para conmigo. Ayúdame a aprender a escucharte y a hacerte las preguntas que sean necesarias para que ese propósito perfecto pueda cumplirse en mí.