PRO$PERIDAD

 

 

PRO$PERIDAD

Jueves, 08 de marzo de 2018

 

 

En una oportunidad miles de personas se congregaron para escuchar a Jesús hablar. Estaban tan desesperados por acercarse a Él que comenzaron a atropellarse unos a otros. Cuando Jesús comenzó a hablar, alguien en la multitud le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo”. En el primer siglo, la costumbre era que el primer varón era el que heredaba la parte principal o incluso todo lo que el padre dejase al morir. Aparentemente, esta persona no creía que era justo que su hermano prosperase más que él, por lo que decidió acercarse a Jesús para pedirle que interviniese. Lo interesante es que, de alguna manera, esta persona fue capaz de obtener la atención de Jesús. Y de todas las cosas que pudo haberle pedido a Jesús, le pidió sobre lo que más le preocupaba, las riquezas terrenales.

 

Semana tras semana personas se reúne en iglesias y para muchos de ellos su mayor preocupación son las riquezas terrenales. Todos los días personas van delante de Dios en oración y, por lo general, lo más apremiante en sus mentes son las riquezas terrenales. La preocupación por la prosperidad ha crecido tanto que las enseñanzas  de las organizaciones religiosas están orientadas a cómo hacerse ricos. Pero a menudo en las muchas enseñanzas perdemos de vista el hecho de que, desde el punto de vista de Dios, hay una gran diferencia entre ser rico y prosperar.

 

 Amado, mi oración es que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues me gocé mucho cuando venían hermanos y daban testimonio de tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad. No tengo mayor gozo que el de oír que mis hijos andan en la verdad.                     – 3 Juan 1: 2-4 RVA 2015.

 

Lamentablemente, en la generación presente, las personas están más preocupadas por cuánto tienen y cuánto están ganando, y no en quiénes son y en quiénes se están convirtiendo. Están más preocupados por tener las cosas correctas que por convertirse en las personas correctas. Pero Dios está mucho más interesado en quién eres y en quién te estás convirtiendo. Dios no quiere que su pueblo sea rico, no, Dios desea algo mucho mejor, Él quiere que su pueblo prospere. La riqueza es un asunto externo, pero la prosperidad es algo que crece de adentro hacia afuera.

 

Antes de terminar déjame mostrarte cómo Jesús le respondió al hombre que no creía que era justo que su hermano no compartiera su herencia con él. Jesús respondió: ―Hombre —replicó Jesús—, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?  “¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.” ¿Lo pudiste captar? Jesús no implicó que el hombre que había heredado era avaricioso, sino implicó que el que le había pedido que interviniese era el avaricioso. De nuevo, este hombre en medio de una multitud logra captar la atención de Jesús el Hijo de Dios y en lugar de pedirle que lo ayudara con su condición dentro de su corazón, este hombre más bien se atrevió a pedirle a Jesús que alimentase su condición. La verdadera prosperidad es el resultado de lo que Dios está haciendo dentro de ti y no de lo que está sucediendo alrededor de ti.

 

Preguntas

  1. ¿Sientes que los demás se vuelven más ricos y tú no? ¿Cómo te hace eso sentir?
  2. ¿Cuáles son las peticiones que más presentas delante de Dios? ¿Son de naturaleza externa o interna?
  3. ¿Qué te preocupa más? ¿lo que tienes o en quién te estás convirtiendo?
  4. ¿Cuál crees que es la diferencia entre ser rico y prosperar?
  5. ¿Por qué crees que Jesús implicó que el hombre que creía que estaba siendo tratado injustamente era avaricioso? ¿Puedes identificar la codicia en otras personas? ¿La puedes identificar en ti?

 

Padre Celestial ayúdame a prosperar, a andar en tu verdad, a convertirme en la persona correcta y no en obtener las cosas correctas, te pido que cuando vaya a tu presencia, en lugar de pedirte por riquezas terrenales que mi oración siempre sea de naturaleza interna y no externa. Te pido perdón por las veces que he sido avaricioso y que me ayudes a identificar la codicia en mí; todo esto te lo pido en el nombre de Jesús, amén.