Arrastrado por la Corriente

 

 

Lunes, 17 de abril del 2018

 

Un día te levantas y te preguntas, ¿cómo llegué aquí? ¿Cómo llegó mi familia a esto? ¿Cómo llegaron mis finanzas a este punto? ¿Cómo llegó a esto mi relación con Dios? Ya sea que te hayas percatado o no, fue la corriente de este mundo la que poco a poco te arrastró hasta llegar al lugar donde te encuentras. La verdad es que todos somos propensos a ser arrastrados por la corriente. Y lo que hace que esta dinámica sea tan peligrosa es que no sucede de un día para otro, sino que siempre empieza dando un pasito en mala dirección y a menudo cuando te percatas ya es muy tarde.

 

El rey Salomón fue uno de los hombres más ricos, famosos y poderosos de todos los tiempos. También fue el hombre más sabio en su época y después de Jesús el hombre más sabio que ha habido en la tierra. Pero toda su sabiduría, poder y riquezas no fueron suficientes para prevenir que fuese arrastrado por la corriente. Cuando estudiamos la vida de Salomón su primer mal paso parecería ser pequeño e insignificante. Pero un pequeño paso en mala dirección causó que terminase tan lejos de Dios que eventualmente lo perdió todo, incluyendo el reino.

 

El primer mal paso de Salomón comenzó desobedeciendo a Dios. Salomón temía ir a la guerra con los egipcios, así que decidió que era mejor hacer un tratado de paz con ellos. Como parte del tratado el Faraón de Egipto le dio a Salomón a una de sus hijas para que fuese su esposa. El problema es que Dios ya le había dicho a Salomón que no se casase con mujeres extranjeras y le dijo, “porque seguramente ellas apartarán tu corazón de mí”. Pero Salomón decidió que lo haría solo en esta ocasión y que sería por una buena causa, la paz. Pero el día que Salomón dio ese paso no se percató de que se había desanclado y ahora estaba siendo llevado por la corriente. Y con el tiempo, tal y como Dios se lo había advertido, permitió que su esposa egipcia estableciera altares y adoración a sus dioses paganos y un día Salomón despertó y probablemente se hizo la misma pregunta que a menudo nosotros mismo nos hacemos, ¿cómo llegué aquí?

 

Entonces el Señor, Dios de Israel, se enojó con Salomón porque su corazón se había apartado de él, a pesar de que en dos ocasiones se le había aparecido y le había prohibido que siguiera a otros dioses. Como Salomón no había cumplido esa orden, el Señor le dijo: «Ya que procedes de este modo, y no has cumplido con mi pacto ni con los decretos que te he ordenado, puedes estar seguro de que te quitaré el reino y se lo daré a uno de tus siervos. – 1 Reyes 11: 9-11 NVI

 

Todos somos propenso a dejarnos llevar por la corriente; para algunos, al igual que Salomón, es en sus relaciones, para otros es en sus finanzas y para otros es moral o éticamente. Y aunque las áreas puedan ser diferentes el error siempre es el mismo, desobedecer a Dios. Pero piensas que tus circunstancias son la excepción de la regla, y después de todo Dios entiende y es sólo esta vez.

 

La obediencia a Dios es el ancla que te permite vencer la corriente. Cuando estás de acuerdo o no, cuando te gustan los mandamientos de Dios y cuando no te gustan. Cuando entiendes y cuando no entiendes. Y cuando es conveniente y aun cuando no es conveniente. Porque, al igual que Salomón, nuestro conocimiento, posición y poder nunca son suficientes para evitar que nos dejemos arrastrar por la corriente.

 

Manténganse en el camino que el Señor su Dios les ordenó que siguieran. Entonces tendrán una vida larga y les irá bien en la tierra donde están a punto de entrar y que van a poseer.

– Deuteronomio 5:33 NVI

 

Padre Celestial Tú eres el ancla de mi vida que evita que yo sea arrastrado por la corriente de este mundo, te pido que me ayudes a siempre estar alerto a lo que me mandas para obedecerte en todas las áreas de mi vida, sin importar que yo esté de acuerdo o no. Vale la pena obedecerte Señor, no sólo me libras de apartarme de ti, sino que me prometes una vida larga donde todo me irá bien.