El Hijo de Dios, La tentación

Lunes, 17 de marzo

La Biblia asegura que Jesús, el Hijo de Dios, fue enviado a este mundo para enfrentar la batalla que libraría a su creación máxima del mal. Uno de los primeros actos de Jesús como adulto fue enfrentarse cara a cara con el maligno, Satanás mismo. Jesús tendría que batallar con el mismo diablo que descubrió la vulnerabilidad fatal en Adán y Eva, ese Satanás que engañó y derrotó a la creación de Dios. El Evangelio de Lucas nos dice que Jesús, lleno del Espíritu Santo, fue llevado al desierto para este encuentro.

La batalla comienza y Satanás, tal y como hizo en su primer encuentro con Adán y Eva, decide que la mejor manera de atacar a Jesús es tentándolo. Cuando yo miro estas tentaciones, lo que para mi resalta es que en ninguna de ellas Satanás tentó a Jesús para hacer el mal, sino más bien para que hiciera algo bueno de manera incorrecta: Satisfacer su hambre después de cuarenta días de ayuno tomando un atajo, enfrentar los riesgos eliminando el peligro, disfrutar de poder y fama sin tener que ir a la cruz. La meta de Satanás era engañar a Jesús para que cosechara los beneficios sin tener que sembrar las semillas, ponerse la corona pero no la cruz.

En cada áreas de nuestras vidas enfrentamos lo mismo que tuvo que enfrentar Jesús, la tentación de tomar atajos, la tentación de hacer lo correcto de la manera incorrecta. Es la tentación de prosperar ignorando las leyes de Dios en las finanzas. Es la tentación de querer entrar en una relación íntima sin tener en cuenta las leyes de Dios para el matrimonio. Es la tentación de pensar que puedo lograr una posición justa con Dios, sin priorizar mi relación con Él. Es la tentación de creer que en el tomar un atajo gano más de lo que pudiese perder. Nada podría estar más lejos de la verdad. ¿Qué hubiera pasado si Jesús se hubiese puesto la corona en lugar de la cruz? Cuando Jesús fue tentado, la humanidad completa estaba en juego. ¿Qué es lo que está en juego en tus tentaciones?

Lectura Bíblica
Lucas 4:1-13 Versículos claves 1-2

Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán. Y el Espíritu lo llevó al desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. Jesús no comió nada en todo ese tiempo y comenzó a tener mucha hambre.

Padre Celestial, en cada área de mi vida existe la tentación de los atajos: En mi trabajo, en mis finanzas, con mis seres queridos, en todas mi relaciones y hasta en mi relación contigo. Ayúdame a entender que cuando tomo estos atajos tengo más que perder que lo que voy a ganar.