En memoria de mí

 

 

Viernes, 25 de mayo

 

 

Vamos a hacer memoria, ¿te acuerdas cómo era la Navidad cuando eras niño? ¿Recuerdas que Santa Claus hacía una lista y la revisaba dos veces para ver quién se portaban bien y quién mal? Fue más o menos durante ese mismo tiempo que aprendimos acerca de Dios también, y Él era similar a Santa porque nos decían:  “Pórtate bien que Papa Dios te está mirando”. Aparentemente Dios, al igual que Santa, tenía su propia lista. Cuando recordamos el pasado es evidente que uno de los puntos de partida de nuestra fe fue el comportamiento; si querías obtener las bendiciones de Dios tenías que ganártelas  a través de tu buena conducta.

 

Al crecer nuestras creencias maduraron y nos dimos cuenta de que Santa Claus en realidad no llevaba una lista. Pero nuestra fe nunca maduró en cuanto a Dios, porque aun creemos que de alguna manera Él lleva una lista. El problema es que no importa cuánto lo intentemos, no podemos controlar del todo nuestro comportamiento; decimos y hacemos cosas que sabemos no deberíamos. Y  peor aún, las cosas que debemos decir y hacer, no las decimos ni las hacemos. Esto se debe a que somos pecadores, pero no te alarmes porque hay una solución. Y no es un sistema religioso, o penitencia, es salvación a través de Jesús.

 

Olvidamos que Dios envió a Su Hijo al mundo, no para darnos una segunda, tercera o cuarta oportunidad. Olvidamos que Dios no envió a su Hijo para traernos una edición revisada de los Diez Mandamientos. No, Dios envió a Jesús para rescatarnos y salvarnos de nuestros pecados.

 

Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. Entonces les dijo: He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer,

También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí. Lucas 22: 14-15, 19 NVI

 

“Hagan esto en memoria de mí”, tenía que haber sido una de las peticiones más controversiales de Jesús. La Pascua por casi mil quinientos años era la celebración judía más importante. Cada año celebraban recordando cómo Dios los había salvado de la esclavitud en Egipto. Pero ahora Jesús estaba diciendo, de ahora en adelante quiero que recuerden lo que voy a hacer por ustedes. Y no mucho tiempo después de esas palabras, el cuerpo de Jesús fue colgado en una cruz: El Cordero de Dios ofrecido como un sacrificio por todos nuestros pecados.

 

De ninguna manera intento minimizar el impacto horrible del pecado en nuestras vidas. Lo que intento hacer es recordarles que Jesús es nuestro Salvador. Y que sin Él ninguna cantidad de buen comportamiento podría ser suficiente para salvarnos.

 

Jesús sé que aunque soy pecador me amas, a tal punto que fuiste capaz de entregar tu vida por amor a mí; Tú sabías que si no venías no había manera de que yo fuese librado de mi pecado, por eso ahora que tengo salvación a través de ti entiendo que mi relación contigo no está basada en quien yo soy sino en quien Tú eres, un Dios perfecto, bueno, compasivo, que me ama a pesar de mis pecados. Gracias porque sé que para poder dar buenos frutos en mi vida dependo completamente de ti.