Buscar y Salvar

¿Alguna vez se te ha perdido algo? Yo sí he perdido muchas cosas, como mis llaves, teléfono, dinero y hasta la licencia de conducir; una vez perdí mi carro, no me acordaba en donde lo había estacionado. Que desagradable es perder algo de valor, pero si tienes la suerte de encontrarlo sabes la increíble sensación que se siente. Ahora imagínate que se te pierda un ser querido, un hijo, un esposo o uno de tus padres. ¿Qué harías? ¿Hasta donde estarías dispuesto a llegar para encontrar a esa persona? Ahora imagínate a un grupo de personas que piensan que no vale la pena buscar a ese ser querido. Piensa por un momento en un grupo de personas que creen que quien se te perdió no vale la pena buscarlo. ¿Qué pensarías de ellos?

Cuando Jesús vivió en esta tierra se sentía atraído por las personas menos justas y religiosas de su tiempo. Esto le causaba muchos problemas con la gente religiosa porque no podían entender por qué Jesús se sentía tan atraído por ellos. Los religiosos murmuraban entre sí, ¿Por qué es que Jesús prefiere pasar tiempo con los pecadores y no con nosotros?

Lucas 15 NVI

1 Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo,

2 de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.»

Jesús sabiendo lo que estaban murmurando les cuenta tres parábolas con el fin de explicar por qué escogía pasar su tiempo con las personas que ellos llamaban “recaudadores de impuestos y pecadores.”

En la primera parábola (Lucas 15: 3-7) Jesús les dice “supongamos que un hombre tiene cien ovejas pero una de ellas se pierde. ¿Ese hombre no dejaría las noventa y nueve para ir a buscar la oveja perdida hasta que la encuentre? Y cuando la encuentra, ¿no le produciría alegría?”

7 Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.

En la segunda parábola (Lucas 15: 8-10) Jesús les cuenta de una mujer que tiene diez monedas de plata pero pierde una de ellas. Luego les pregunta, ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, ¿no creen que ella va a celebrar?
10 Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente.

En la tercera parábola (Lucas 15: 11-32) Jesús les cuenta acerca de un padre que tenía dos hijos. Uno decide marcharse y abandonar a la familia para nunca regresar. Un tiempo después de que el hijo tomó la decisión de dejar atrás a su familia su vida fue un desastre completo y decidió que regresaría a su padre y le pediría perdón. Cuando el padre lo ve regresar le hace una gran fiesta para celebrar. Pero el hermano, quien se había quedado con su padre, se molestó porque no sentía que su padre debería hacerle semejante fiesta a su hermano.

31»“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” »

En cada una de estas parábolas algo de gran valor se pierde y en cada una de ellas, cuando lo que se perdió se encontró, fue causa de gran celebración.

Es simple, Jesús vino a este mundo para buscar y salvar lo que se había perdido, su creación máxima: tú y yo.

Padre Celestial en un momento de mi vida yo me encontraba perdido y tú me encontraste, por eso no puedo vivir sin estar pendientes de los que aún están perdidos. Cada persona que Tú encuentras es motivo de gran celebración para ti y lo debe ser también para mi.