Dios es Capaz

 

Jueves, 01 de noviembre del 2018

 

Siempre es más fácil tener fe cuando las cosas marchan bien, lo difícil es confiar en Dios cuando las cosas no marchan bien. Cuando nos encontramos en dificultades y penurias es ahí donde nuestra tendencia es orar y esperar una respuesta inmediata; nuestra tendencia es esperar que Dios cambie nuestras circunstancias. Pero de vez en cuando sucede lo contrario, no sólo no ocurre un milagro, sino que más bien nuestras circunstancias parecen empeorar. Pero es en momentos como esos cuando más necesitamos vivir nuestra fe. El problema es que en las dificultades tendemos a abandonar nuestra fe e intentar controlar las circunstancias. Pero cuando nuestras vidas están fuera de control; cuando no podemos pagar nuestras cuentas, cuando la familia se está desmoronando, cuando nuestra salud se está deteriorando y cuando las cosas no van en la dirección correcta, esto no significa que Dios no puede actuar y tampoco quiere decir que porque tú no tengas el control Dios perdió el control. Dios siempre está en control.

 

Hablando de cuando nuestras vidas están fuera de control, imagínate lo que Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban sintiendo. El rey Nabucodonosor había destruido a Jerusalén y se los había llevado en contra de su voluntad a Babilonia para servir en el palacio real. Estoy seguro de que estos hombres habían orado para que Dios interviniese a su favor, después de todo esto era una injusticia. Estoy seguro de que continuamente le rogaban a Dios que los liberase de este rey malvado que los había secuestrado. Pero al parecer Dios no escuchaba sus oraciones, porque las cosas sólo cambiaban de mal a peor. Un día, el rey decide construir una estatua de noventa pies de alto y exige que, cada vez que la banda tocara toda persona tenía que inclinarse y adorar la imagen del rey. Cualquiera que se negase a hacerlo sería arrojado inmediatamente a un horno de fuego. Pero fueron en estas circunstancias en que Sadrac, Mesac y Abed mostraron la madurez de su fe.

 

Sadrac, Mesac y Abed-nego contestaron: —Oh Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder, su Majestad; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado. – Daniel 3: 16-18 NTV

 

Sadrac, Mesac y Abednego definitivamente sabían quién era Dios y sin duda sabían que Dios tenía el poder y la habilidad de salvarlos. Lo que no sabían era si Dios los salvaría o no del fuego. Ahora, Imagínate vivir con ese nivel de fe, una fe más fuerte que la vida misma, una fe tan grande que estarías dispuesto a morir por lo que crees. Esto es exactamente lo que estos hombres estaban dispuestos a hacer. Ellos no iban a ser movidos por las circunstancias externas ni por las dificultades ni injusticias de la vida, ellos sabían que Dios siempre está en control. Eso es fe. La buena noticia es que para nosotros se supone que sea más fácil, ya que tenemos el testimonio de estos hombres valientes y también tenemos la promesa de Dios.

 

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. – Romanos 8:28 NVI

 

Ponerte en los zapatos de Sadrac, Mesac y Abednego es saber que Dios puede.

 

Padre Celestial yo sé que Tú todo lo puedes y que estás en control completo de mi vida, ayúdame a tener esa clase de fe sin importar las circunstancias que esté atravesando, ayúdame a recordar lo que estos grandes hombres de la fe hicieron en un momento tan difícil, no sólo creyeron en ti, sino que te honraron en todo momento y fueron fieles a ti a pesar de las consecuencias, y como siempre, Tú honraste esa fidelidad porque Tú eres un Dios bueno, justo y misericordioso.