Siervos de Dios

 

 

Miércoles 07 de noviembre del 2018

 

Al igual que muchos cristianos, esta mañana al despertar empecé mi día delante de Dios en oración. Y al igual que muchos cristianos oré proclamando que Dios es mi Rey y Señor, luego me comprometí a cumplir su voluntad y para siempre servirle. Como cristianos algunas de nuestras canciones favoritas de alabanza y adoración lo proclaman como Rey y lo declaran Señor. Le cantamos sobre su grandeza, cantamos que vamos a levantar su nombre en alto, y cantamos de entregarnos y servirle sólo a Él. Cantamos, “Yo me rindo a Él, sólo a Cristo yo me entrego, quiero serle fiel.” Pero por lo general es sólo de la boca para afuera, porque si hiciéramos un análisis de la manera en la que nos relacionamos con Dios parecería ser que nosotros somos los reyes y Dios es nuestros sirviente. La mayoría de nuestras oraciones es pidiéndole que nos conceda lo que deseamos y queremos y rara vez nos presentamos delante de Él para preguntarle, como Rey y Señor que decimos que es, qué es lo que Él desea y quiere.

 

Se supone que el rey dirige y el pueblo le sigue, se supone que el amo da las órdenes y la gente le sirve. Los criados no le ponen demandas al amo, simplemente responden “sí señor” a las ordenes que les dan cuando están de acuerdo o no lo están, cuando les gusta o cuando no les gusta, cuando entienden y aun cuando no entienden. Precisamente de esto es que se trata la fe, es estar plenamente convencido de que Dios es quien dice que es, Rey y Señor, y que todo lo que dice va a hacer o suceder así mismo será y una de las cosas que dice que va a suceder es que eventualmente toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor.

 

María la madre de Jesús era una mujer de gran fe. Cuando el ángel del Señor se le apareció le dijo que concebiría a través del poder del Espíritu Santo a un niño que sería el Hijo de Dios y Rey de Israel para siempre. En ese momento Dios no le había hablado a su pueblo durante cuatrocientos años y para colmo Israel vivía bajo el opresivo gobierno del Imperio Romano. Y ahora, de repente sin y aviso alguno, Dios se le aparece a María y dice la Biblia que María se sentía confundida y completamente asustada al escuchar las noticias del ángel del Señor. Pero a pesar de su confusión y gran miedo mira la respuesta de María al ángel de Dios.

 

“Soy la sierva del Señor.” – Lucas 1:38 NVI

 

Al igual que María también nosotros hemos sido llamados a servir al Señor. Al igual que María, habrá ocasiones en las que no vamos a querer, entender o estar de acuerdo con la dirección de Dios para nuestras vidas. Pero al igual que María, ¿estaríamos dispuestos a decir: “Soy la sierva o el siervo del Señor”? La verdad es que muchos de nosotros los cristianos tenemos el concepto totalmente al revés, no entendemos que cuando el rey está dispuesto a morir por su pueblo esto no habla de la grandeza del pueblo sino más bien de la grandeza del rey. Y nuestro Rey murió en nuestro lugar, por lo tanto si alguna vez a habido un rey digno de servirle este sería Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

 

 

El ponernos en los zapatos de María es reconocer a Dios como Rey y Señor y nosotros como sus siervos.

 

Padre Celestial ayúdame a de verdad vivir como siervo tuyo que soy, perdóname por todas las veces que te he proclamado como Rey y Señor de mi vida y después voy a ti con una serie de peticiones para que Tú concedas todo lo que yo deseo, cuando debería ser al revés, mi petición debería ser que sólo se haga tu voluntad en mí. Que mi corazón a diario se incline ante ti que eres mi Rey para yo servirte cada día de mi vida, porque soy el siervo del Señor.