Está bien, me rindo

Muchas de las oraciones que hacemos son verdaderamente contradictorias, por un lado vamos a Dios porque queremos depender de El, pero por otro lado lo tratamos como si fuera Aladino, el genio de la lámpara maravillosa que frotas para que te cumpla tus deseos. Cuando hacemos esto estamos asumiendo que sabemos más que Dios lo que es mejor para nosotros. Voy adonde está El, pero de antemano te digo Señor que yo sé lo que quiero, lo que necesito y lo que es mejor para mí, así que por favor contéstame según mi voluntad y no la tuya. Creemos que la solución de nuestro problema es orar de manera que podamos convencer a Dios para que nos conteste como deseamos.

En el devocional de ayer vimos la importancia de que nuestras oraciones comiencen enfocadas en Dios y declarando su grandeza. Es muy importante que hagamos esto para que nuestras oraciones estén en el contexto correcto, porque mientras más nos enfocamos en Dios y su grandeza más fácil nos vamos a rendir a su voluntad, que es lo segundo que debemos hacer luego de reconocer su grandeza.

Mateo 6:9-10 NVI

“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

La segunda parte de nuestras oraciones debería ser el declarar que nos rendimos completamente a la voluntad de Dios, antes de enfocarnos en lo que deseamos, queremos y pensamos que es lo mejor.

Cuando oramos de esta manera le estamos diciendo al Señor que queremos que su agenda se cumpla antes de la nuestra, justo ahí sucede algo extraordinario, porque la oración deja de ser un ejercicio para convertirse en algo relacional. Cuando me rindo a su voluntad la grandeza de mi Padre Celestial impacta mi vida y reconozco que El sabe más que yo.

En vez de yo tratar de convencer a Dios para que haga algo a través del vehículo de la oración, Dios utiliza la oración como un vehículo para El cambiarme a mí. Que aunque yo no lo vea ni lo entienda, me rindo a la voluntad de Dios que es buena, perfecta y eventualmente también va a ser agradable, porque después de todo soy yo el que tiene que cambiar y no Dios.

Así que, antes de presentarle mis peticiones a Dios voy a tomar la decisión de rendirme a la voluntad de El aunque la voluntad mía sea otra, de la misma manera que lo hacen los ángeles en los cielos. Me puedo rendir a la voluntad de Dios porque El sí sabe lo que es mejor para mi vida.

Es SIMPLE, el orar no es un vehículo que se utiliza para cambiar la mente de Dios, la oración es un vehículo que Dios utiliza para cambiarnos a nosotros.

Padre Celestial perdóname por las veces que he ido hasta ti tratando de convencerte para que hagas lo que yo quiero, cuando nadie más que Tú sabe lo que de verdad es bueno para mi vida. Gracias Señor, porque me estás enseñando la importancia de rendirme a ti para que Tú puedas hacer tu voluntad en mi vida, que siempre es lo mejor para mi.