La muerte

¿Quién no le teme a la muerte? Todas las personas le tememos a la muerte a un nivel u otro y el que se atreva a decir que no le tiene temor alguno, por lo menos se habrá preguntado cómo será cuando le toque morir, ya sea por una enfermedad, accidente, etc., la verdad es que la muerte es intimidante para todo ser humano. Y el motivo de que le tememos tanto y hasta la odiamos es porque la muerte fue instituida por Dios como castigo por el pecado.

Y aunque esta es la verdad, que la muerte representa el castigo de Dios, nuestra tendencia es pensar que la muerte es sólo un evento más de nuestro ciclo de vida. Nacemos, crecemos, morimos y continúa el ciclo de vida, pensamos que la muerte es simplemente una consecuencia de que estamos vivos. Sin embargo no es así, es como dije anteriormente, consecuencia del pecado del hombre. De hecho antes de que el pecado entrase al mundo éste era perfecto y la muerte no existía, así que definitivamente la muerte no es el resultado de haber nacido sino más bien de haber pecado.

Cuando Jesús estuvo en este mundo le decía a las personas “hijo tus pecados te son perdonados” y esto irritaba en gran manera a los maestros de la ley porque ellos sabían que el único capaz de perdonar pecados era Dios. Ellos pensaban, de qué vale que me perdones mis pecados si de igual forma me voy a morir, además para poder perdonarme mis pecados tendrías que tener la autoridad para remover el castigo del pecado que es la muerte, por lo tanto ellos estaban convencidos de que Jesús no les podía perdonar sus pecados.

Lo que ellos no sabían es que la resurrección de Jesús sería el evento que transformaría para siempre la relación entre el pecado y la muerte. Al salir de esa tumba a los tres días de su muerte El cambió de una vez por todas el hecho de que porque pecamos morimos.

1 Corintios 15; 54-57 NVI
Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria.» «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

¿Ves? Si depositaste tu fe en Jesús ya no estás en peligro de muerte y aunque sientas temor por ella sabes que a través del evento de la resurrección tienes vida eterna. La muerte ya no tiene nada que ver contigo ni conmigo.

¡Padre Celestial que maravilla de verdad es esta! Que gracias a la resurrección de Jesucristo todos los que lo amamos y depositamos nuestra fe en él nos libramos de la relación que existía entre la muerte y el pecado. Ahora puedo vivir tranquilo y confiado que aunque pase por la muerte física mi espíritu vivirá eternamente al lado tuyo.