Al revés

 

 

Martes 23 de octubre del 2018

 

Hoy estoy escribiendo este devocional en el aeropuerto La Guardia esperando tomar un vuelo de regreso a casa; Me ascendieron a primera clase y mientras espero estoy sentado en el Salón Centurión comiéndome un delicioso almuerzo, mientras que alguien va recogiendo por donde yo paso. Wow, ¡Cuanto Dios me ha bendecido!

 

Con la creciente popularidad del evangelio de la prosperidad las cosas se han puesto al revés. Dios ya no está en la posición de Señor y Rey, sino más bien está en la posición de plebeyo y sirviente. En el libro de Isaías en el capítulo 43 Dios mismo dice: “Traigan a todo el que me reconoce como su Dios, porque yo los he creado para mi gloria. Fui yo quien los formé”. Cuando escuchas el evangelio de la prosperidad se podría pensar que Dios existe para nuestra gloria; que el Señor existe para servirnos a nosotros y no nosotros a Él. Por esta razón muchas personas se despiertan día tras día para presentar todas sus peticiones a Dios y si Él no les responde favorablemente se llegan a enojar y aún lo amenazan con no ir más a la iglesia.

 

La verdad es que a Dios le fascina bendecirnos y prosperarnos, pero no nos equivoquemos, fuimos creados para bendecirlo y servirle a Él, y no al revés. No tengo nada en contra de la prosperidad, pero necesitamos colocar todas las bendiciones de Dios en el contexto adecuado. Y es que Dios nos prospera, no para nuestra propia gloria, sino para traerse gloria a sí mismo. Veamos la historia de Ester como un ejemplo; Dios la lleva de ser una niña pobre y huérfana nacida en el exilio a ser la reina de Persia, la nación más poderosa de la tierra en ese momento. Pero esto no era para la gloria de ella sino más bien para que Dios se llevase la gloria. Dios la había posicionado como reina para rescatar a su pueblo y así llevarse la gloria que le correspondía a Él.

 

Ahora le tocaba a Ester decidir si estaba dispuesta no sólo a arriesgar toda la gloria que había recibido como bendición, sino arriesgar aún su propia vida. Ester eligió arriesgarlo todo, no sólo su posición, sino también su propia vida.

 

“Si he logrado el favor del rey, y si al rey le agrada conceder mi petición, pido que mi vida y la vida de mi pueblo sean libradas de la muerte”. – Ester 7: 3 NTV

 

La única razón por la que Ester tuvo que suplicar por su vida también fue porque había elegido abogar por la vida de los demás judíos. Podía haberse quedado callada dándole gracias a Dios por haberla salvado a ella. Pero ella entendía que su vida, su posición y prosperidad eran para la gloria de Dios y no para la de ella.

 

Ponerte en los zapatos de Ester es utilizar todo lo que tienes para los propósitos de Dios y no los tuyos.

 

Padre Celestial enséñame a estar dispuesto a arriesgarlo todo por ti, si es necesario hasta mi propia vida, para darte la gloria y la honra que sólo Tú mereces. No quiero vivir al revés, pensando que Tú eres mi siervo, líbrame de algo así y ayúdame a reconocerte como mi Rey, mi Señor y mi Salvador, porque sólo soy tu siervo que quiere buscar darte toda la honra y honor a través de cada una de las bendiciones que me has dado.