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Quien se conduce con integridad, anda seguro; quien anda en malos pasos será descubierto.
– Proverbios 10: 9 NVI

Me gustaría contarles una hermosa historia que oí hace unos años atrás. Es la historia de una estudiante que asistía a una clase de oratoria persuasiva en una de las universidades más liberales de los Estados Unidos. Como parte del examen final los estudiantes tenían que escoger un tema y presentarlo delante de los demás estudiantes seguido de preguntas y respuestas. Antes de que los estudiantes seleccionen el tema del cual van a hablar el profesor siempre les advierte a no escoger temas controversiales como la religión o la política, porque con este tipo de temas es prácticamente imposible de persuadir a tu audiencia.

Esta estudiante en particular no podría haber escogido un tema más controversial; ella escogió hablarle a su audiencia liberal acerca de su oposición al aborto. Cuando terminó de hablar no sólo no convenció a nadie, sino que logró todo lo contrario, porque había logrado poner a todos los estudiantes en su contra. Bombardeada de una pregunta tras otra, parecía más un ataque en lugar de un interrogatoriop. Hasta que llegó lo que sería la última pregunta, cuando una estudiante con rabia le hizo la pregunta para el jaque mate: “¿Tú me quieres decir que si un hombre te llegase a violar no abortarías a la criatura? Sin decir una palabra la joven caminó hacia su escritorio, agarró su bolso y abrió su cartera de donde sacó una fotografía. Luego levantó la fotografía bien alto para que todos la pudiesen ver, era una foto de una niña hermosa. Mientras que sostenía la foto en alto procedió a decir, esta es mi hija y yo decidí no abortarla a pesar de ser producto de una violación de la cual fui víctima.

Sus compañeros de estudios le dieron un alto grado a pesar de que no logró persuadir a ninguno de ellos. Sus notas altas no resultaron de las elocuentes palabras o de los datos estadísticos de la charla. Ni tan siquiera fueron el resultado de su profunda creencia. Sus notas altas fueron el resultado del hecho de que sus palabras compaginaban con sus acciones; eran el resultado de una persona que hace lo que dice y dice lo que hace. Esto es la influencia que proyectan las personas sobre los demás cuando tienen credibilidad.

La credibilidad es el ingrediente principal de la autoridad moral. Hay autoridad posicional y hay la autoridad moral. La autoridad posicional te otorga poder a través de un título o un estatus. Pero ningún título o estatus te puede otorgar autoridad moral. Porque la autoridad moral se construye a través de carácter e integridad. Es el resultado de una persona que hace lo que dice y dice lo que hace. Es el resultado de una persona que tiene credibilidad.

Padre Celestial gracias por guiarme a toda verdad, gracias porque me enseñas a ser íntegro, para que mis acciones estén de acuerdo con lo que hablo. Sólo de esa manera puedo impactar positivamente a las personas para que cumplas tu plan en mí.