Culpable

 

 

Lunes 20 de marzo

 

Felices los puros de corazón. – Jesús (Mateo 5:8)

 

Es imposible ser plena y consistentemente feliz cuando la culpa reside en tu corazón. Porque la culpa destruye la confianza y no te permite ser la persona que Dios te creó para que fueras. Como si eso no fuera suficiente, la culpa no se detiene allí, te mantiene atrapado y no te permite avanzar, también tiene un impacto negativo en todas tus relaciones, y como comencé diciendo, la culpa te impide ser plena y consistentemente feliz. Es por esto que nuestro Padre Celestial nos ha dado la fórmula para deshacernos de la culpa.

 

      Desasiéndote de la culpa:

Tome un inventario moral personal. Nunca debes intentar esconder, excusar, reprimir o culpar a otros por tu culpa. Y tampoco deberías quedarte atrapado en ella. El primer paso para deshacerte de la culpa es ser extremadamente honesto contigo mismo. Encuentra un lugar a donde puedas estar solo y pregúntate, ¿de qué me siento mal o culpable? Luego haz una lista y sé especifico. Este ejercicio te ayudará a enfrentar la realidad y a dejar de negar o excusar tu culpabilidad.

 

  1. Acepta la responsabilidad por tus faltas. Tu impedimento más grande para ser plena y constantemente feliz eres tú mismo. La sanidad y la restauración en tu vida comienzan cuando sin excusas y razonamientos reconoces tus faltas y te responsabilizas de ellas. Para esto tienes que admitir que te equivocaste. El excusar tu mal comportamiento y ocultar tu culpa te mantendrá estancado en las consecuencias negativas de tus faltas. Una de ellas es que no podrás ser plenamente feliz.

 

Para deshacerte de la culpa vas a tener que examinar tu vida y abierta y específicamente confesarte tus pecados a ti mismo.

 

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna. (Salmo 139: 23-24 NLT)

 

Padre Celestial, ayúdame a examinarme a mí mismo y a reconocer mis faltas y la responsabilidad que tengo en cada una de ellas, reconozco mis pecados y los confieso, no sólo a mí mismo, sino también delante de ti. Perdóname amado Padre, y ayúdame también a perdonarme a mí mismo para que pueda alcanzar la felicidad de manera plena y consistente.