¡De Él es toda la gloria!

Analicemos por un momento la manera en que pensamos en cuanto a nuestra relación con Dios. ¿No es verdad que es algo así? Señor dame, ¿Señor por qué? ¿Señor para qué? ¿No es verdad que si Dios no actúa de la manera que pensamos que debería, si Él no se ajusta a nuestra agenda nos enojamos con Él? ¿No es cierto también que si creemos que nos hemos portado bien o hemos hecho algún tipo de sacrificio para Dios, creemos que de una manera u otra Él nos debe algo? Voy a la iglesia todos los domingos, hasta doy diezmos y ofrendas por lo tanto, Dios, Tú me debes. Me debes una vida sana y próspera.

¿Cómo debería reaccionar Dios ante su máxima creación, nosotros, creados a su imagen y semejanza con el máximo potencial para reflejar su gloria y en lugar de reflejar su gloria la secuestramos para la gloria nuestra? ¿Qué debería hacer Dios ante esta situación? ¿qué harías tú en esta situación? La respuesta nos toma a todos por sorpresa. Dios toma la tragedia del pecado, el secuestro de su gloria y la utiliza como un medio a través del cual demostrar que toda la gloria le pertenece a El. Dios se sumerge directamente en el mismo medio de la tragedia de nuestros pecados para expresar una vez más y por todos los tiempos que siempre se ha tratado de su gloria. Dios retoma su gloria y al mismo tiempo nos enseña que sólo Él merece toda la gloria.

Vamos a leer la reacción de Dios a nuestra traición.

La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, 6 quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. 7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. 8 Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! 9 Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,10 para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

– Filipenses 2:5-11

Jesús, ¿por qué te humillaste? ¿Por qué te hiciste sirviente de los hombres traidores? ¿Por qué moriste como un criminal en una cruz por ellos? ¿se fijaron en el versículo 11 de la lectura de hoy? Miren la respuesta, miren porque lo hizo: “para gloria de Dios Padre”. De una vez y para siempre Dios mostraría que Él merece toda la gloria. Dios le dijo a Jesús que lo estaba enviando a la tierra para recuperar su gloria. Así es como lo vamos a lograr, tendrás que humillarte, servir y morir por todos ellos.
Totalmente contrario a lo que nosotros hubiésemos hecho en esa misma situación A lo cual Dios diría, ese es precisamente el punto, yo no soy el Dios que tú crees que soy. Hice lo que nadie haría. ¿Quieres saber por qué lo hice? Para poder recuperar mi gloria de una vez y por todas. Sin que quede duda alguna de que Yo soy merecedor de toda la gloria.

Padre Celestial, eres el Glorioso. Llenas mi vida. Me das esperanza. Y yo soy tuyo para siempre.