Diez Veces

 

 

Viernes, 18 de agosto

 

La mayoría de nosotros nos despertamos todos los días con más cosas que hacer que tiempo para hacerlas todas. Todos los días contamos con 24 horas, el único problema es que tenemos por lo menos 36 horas de cosas por hacer. Hay cuentas que pagar, trabajo que hacer, niños que hay que atender y metas que hay que cumplir. Para la mayoría de nosotros las 24 horas del día no son suficientes. Nuestra reacción inicial a este dilema es pensar que tenemos que hacer un mejor trabajo con el manejo de nuestro tiempo. El problema es que no importa qué tan bien una persona maneje su tiempo, es imposible cumplir 36 horas de labores en las 24 horas del día. Dado que no es posible hacer esto entonces tenemos que priorizar y asegurarnos de que las cosas más importantes se hagan primero.

 

En la vida tu prioridad determinará tu capacidad. Por ejemplo, si vas a viajar en auto lo primero que deberías de colocar en el maletero son los artículos más grandes y más importantes y después de esto los paquetes más pequeños y menos importantes los puedes colocar dentro de los espacios que queden entre una maleta y la otra. Pero si empacas las cosas más pequeñas y menos importantes primero luego no habrá espacio suficiente para empacar las más grandes e importantes. Esto es porque tu prioridad determinará tu capacidad.

 

Unos dos mil seiscientos años atrás Daniel y sus compañeros habían decidido que Dios era su prioridad y que no iban a permitir que nada pudiese alterar esto. Pero el reto para ellos era el mismo reto que la mayoría de nosotros tenemos que enfrentar a diario. Escoger entre lo importante y lo más importante. Ellos habían sido escogidos para servir al rey en el palacio real y como parte de su formación tendrían que darles prioridad a los dioses paganos de Babilonia al tener que consumir los alimentos ofrecidos a esos dioses de Babilonia. Pero poniendo en riesgo sus posiciones en el palacio real e incluso sus propias vidas por desobedecer las órdenes del rey, Daniel y sus compañeros decidieron no comer los alimentos ofrecidos a los dioses babilónicos porque para ellos Dios era su prioridad más importante y no iban a permitir que las ordenes importantes del reye cambiara eso.

 

 

Daniel 1: 18-20 NVI

Cuando se cumplió el período de instrucción ordenado por el rey, el jefe del Estado Mayor llevó a todos los jóvenes ante el rey Nabucodonosor. El rey habló con ellos y ninguno le causó mejor impresión que Daniel, Ananías, Misael y Azarías. De modo que entraron al servicio real. Cada vez que el rey los consultaba sobre cualquier asunto que exigiera sabiduría y juicio equilibrado, los encontraba diez veces más capaces que todos los magos y brujos de su reino.

 

Daniel y sus compañeros terminaron siendo diez veces más capases que todos los demás por haber escogido darle la prioridad a Dios en sus vidas. Nosotros también tenemos que aprender a priorizar a Dios en nuestras vidas y en nuestras agendas. Sí, siempre habrá más trabajo que hacer que tiempo para hacerlo. Pero si algo que tienes que eliminar de tu agenda diaria que no sea Dios. Por eso todas las mañanas comienzo mi día de rodillas priorizando a Dios, luego todas las noches termino nuevamente de rodillas dándole gracias a Dios por el milagro de poder colocar 36 horas de trabajo en tan solo 24. Porque cuando Dios es prioridad en nuestras vidas terminamos diez veces más capaces.

 

El ponerte en los zapatos de Daniel es priorizar a Dios en tu agenda todos los días de tu vida.

 

Padre Celestial deseo que Tú siempre seas mi prioridad, no hay nada en este mundo más importante ni valioso que Tú amado Dios, perdóname cuando le doy prioridad a cosas menos importantes en mi agenda y no te doy a Ti el lugar que sólo Tú mereces. Gracias por recordarme este gran principio a través de la historia de Daniel y sus amigos, porque así como ellos impactaron al rey con su testimonio yo debo hacer lo mismo con las personas que me rodean, que todo el que está cerca de mi pueda ver que Tú eres lo primero en mi vida.