Espejito, Espejito

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Lunes, 07 de septiembre

No hay dos personas iguales en todo el mundo, somos únicos. No hay dos personas que tengan las mismas huellas digitales, la misma combinación de los rasgos faciales o el mismo ADN. Pero a pesar de esto hay algo que todos tenemos en común, todos nacemos con el botón del egoísmo oprimido. Desde que nacemos todo se trata de mí; tengo hambre, tengo frío, siento calor … Ahora estamos más avanzados en edad y conocimiento pero seguimos teniendo presionado el botón del egoísmo en nuestras vidas. Quiero una pareja que me haga feliz, quiero un jefe que escuche mis opiniones y mis amigos que estén presentes cuando los necesito. Quiero un gobierno que me sirva, un clima que beneficie mis planes y un Dios que se ajuste a mí. Se trata de mí.

El problema con esta manera de pensar de que “todo se trata de mí” es que no funciona. Imagínate una familia o un gobierno que esté basado en “Todo se trata de mí”. Es precisamente por esa manera de pensar que hay tantas familias divididas y es por eso que nadie está contento con su gobierno. Imagínate un equipo de deportes donde cada atleta quiere ser la estrella, una orquesta en donde cada músicos toca su instrumento intentando sobresalir de los demás. O que cada músico sólo tocase el acorde que le hiciese lucir bien a él, esto sólo produciría una total desarmonía por bueno que sean los músicos. ¿Qué músico va querer ser integrante de esa orquesta? O ¿Quién pagaría por ir a uno de sus conciertos? La respuesta sería, nadie. Porque no fuimos creados para vivir de esta manera, no fuimos creados para recibir gloria, fuimos creados para reflejar gloria.

 2 Corintios 3:18 DHH

 Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor…

Aunque esto suene políticamente incorrecto para algunos de ustedes, nosotros no fuimos creados para auto-expresarnos o auto-promovernos, porque no fuimos creados para recibir gloria, más bien fuimos creados para reflejar la gloria de Dios. Cuando Dios mira hacia el centro del universo Él sólo ve a Jesús, porque esa posición ha sido reservada para Él. Nuestra función es la de reflejar la gloria de Dios, así como la luna refleja la luz del sol. La luna no produce su propia luz, sólo puede reflejarla. Y nosotros no podemos producir nuestra propia gloria, sólo podemos reflejar la gloria de Dios. De la manera que la gloria de la luna está para reflejar la luz del sol, de la misma forma la gloria nuestra está para reflejar la luz de Dios.

En nuestra búsqueda de gloria nuestras vidas se han desconectado de su propósito, llenándonos de estrés y viviendo sin armonía. Cuando tú piensas que “todo se trata de ti” y cuando yo pienso que “todo se trata de mí” nunca hay armonía. Es cuando aceptamos nuestro posición como reflectores de la gloria de Dios que la vida cobra sentido y existe armonía. Es cuando la vida ya no se trata de mí sino de Dios que todas las bendiciones y las dificultades de la vida tienen un verdadero valor, porque en todas las situaciones se presenta la oportunidad de reflejar la gloria de Dios. Entonces la pregunta más importante que podemos hacernos es, ¿cómo nos movemos de una vida auto-centralizada a una vida centralizada en Dios? La respuesta es simple, poniendo la vista en la gloria del Señor.

Por tanto nosotros todos, puestos los ojos como en un espejo en la gloria del Señor con cara descubierta, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.

– 2 Corintios 3:18 JBS

Padre Celestial ayúdame a reconocer esta gran verdad cada día de mi vida y perdóname cuando te robo la gloria que te pertenece. Gracias por tu Hijo Jesucristo, que es el centro de toda tu gloria, sólo reconociéndolo es que mi vida tiene armonía y refleja la gloria de Dios.