Justificados por la Gracia

 

 

Lunes Diciembre 17, 2018

 

Vivimos en un mundo impulsado por el desempeño. En la mayoría de los deportes el que anota más puntos gana, en los negocios el que cierra más ventas obtiene el bono, prácticamente todo lo que hacemos en la vida está basado en nuestra capacidad de desempeñarnos. Esto es algo aprendemos desde niños cuando nuestros padres nos recompensaban por portarnos bien o nos castigaban por portarnos mal. El principio que alimenta este sistema de ser recompensados por el desempeño es que todos deberíamos recibir lo justo, lo que nos merecemos.

 

Es difícil argumentar en contra de un sistema basado en lo justo, especialmente un sistema que recompensa a las personas de acuerdo a sus buenas o malas acciones. El peligro con el sistema basado en el rendimiento o el desempeño viene cuando lo aplicamos a nuestra relación con Dios. Y esto sucede con mucha frecuencia, simplemente pídele a la persona promedio que evalúe como está en cuanto a su relación personal con Dios y lo más probable es que el factor determinante sea su habilidad de cumplir o no su lista de comportamientos religiosos. El problema es que el estándar de Dios es la perfección y ese es un estándar que ninguno de nosotros podemos cumplir.

 

Cuando abrimos la Biblia lo que descubrimos de principio a fin es que el medio por el cual Dios se relaciona con nosotros no es a través de nuestra capacidad de desempeñarnos, sino más bien a través de su gracia. La gracia es algo tan grande y complejo que no puedo explicarlo del todo, pero al mismo tiempo puedo explicarlo con tan sólo tres palabras, “favor no merecido”. Gracia es cuando alguien te da algo que ni te lo ganaste ni te lo mereces. Nuestra relación con Dios esta basada exclusivamente en su gracia, no es algo que nos ganamos a través de nuestras obras, más bien es algo que realmente no merecemos y nunca podríamos ganarnos. Es sólo porque Dios nos ama tanto que través de su gracia nos ha salvado y nos ha colocado en una posición justa delante de Él.

 

Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)  – Efesios 2: 4-5 NLT

 

Antes de que Cristo apareciera en nuestras vidas, estábamos muertos ante Dios, y ninguna cantidad de buenas acciones podría haber cambiado eso. Pero por causa de la gracia de Dios, su favor inmerecido, ahora estamos vivos ante Dios.

 

La gracia significa que como cristianos no creemos que hemos sido justificados delante de Dios porque somos tan buenos, creemos que hemos sido justificados delante de Dios porque Él es tan bueno.

 

¡Padre Celestial que Dios tan bueno eres! ¡cuánto me amas! Te doy las gracias por no fijarte en mi imperfección y por amarme tal cual soy, no puedo imaginar mi vida sin tu maravillosa gracia que actuó en mí aun cuando estaba muerto en mis pecados. Gracias amado Jesús, porque sólo Tú me justificas, no porque yo sea bueno, sino porque Tú eres demasiado bueno.