La integridad vale la pena – Bobby Cruz Jr

 

 

Viernes, 04 de noviembre

 

La meta principal para la mayoría de las personas se puede resumir en dos partes, primero, llegar a ser alguien; tener un título universitario o posición. Y segundo, alcanzar la prosperidad; algunos quieren ser ricos mientras que otros sólo quieren tener lo suficiente. Por eso la preocupación de muchas personas es llegar a ser alguien y tener algo. Pero Dios está mucho más interesado en nuestro carácter, que seamos personas íntegras.

 

La integridad es algo que queremos que otras personas tengan pero no priorizamos el desarrollo de ella en nuestras propias vidas. Es algo que queremos y valoramos en nuestra pareja, hijos, jefe, doctor y líderes más que en nuestra propia vida. Es irónico, pero la falta de integridad en otros a menudo nos molesta mucho más que la falta de integridad en nosotros. Parece increíble, pero puedo ver fácilmente la falta de integridad en los demás pero permito que pase desapercibida en mi propia vida. Y siento que la mayoría de las personas actúan de la misma manera, ya que la falta de integridad se ha convertido en un gran problema en toda las áreas de nuestra sociedad e inclusive en las iglesias.

 

Desde el punto de vista bíblico la integridad es tener la fuerza de voluntad para hacer lo que Dios ha determinado que es correcto, no importando cuál sea el precio que se tenga que pagar. Es por esto que formar un carácter íntegro es tan difícil, ya que es Dios y no nosotros mismos el que determinar lo que es correcto e incorrecto. Por esta razón la persona que está comprometida a desarrollar integridad no sólo se compromete a hacer lo correcto por causa de los beneficios que pueda alcanzar sino más bien está comprometida a hacer lo correcto porque Dios lo dice, sin importar el precio que tenga que pagar. La persona comprometida a ser íntegra hace lo correcto cuando le beneficia e incluso cuando le cuesta, ya que su prioridad es ser una persona con integridad por encima de todo lo demás.

 

Efesios 4: 24-32 NTV

Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo. Así que dejen de decir mentiras. Digamos siempre la verdad a todos porque nosotros somos miembros de un mismo cuerpo. Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo. Si eres ladrón, deja de robar. En cambio, usa tus manos en un buen trabajo digno y luego comparte generosamente con los que tienen necesidad. No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo.

 

Antes de poder desarrollar la integridad en nuestras vida tenemos que llegar al lugar en el que estamos dispuestos a decir, yo quiero hacer lo correcto sin importar el precio que tenga que pagar. Porque para Dios la integridad, más que cualquier otra cosa, es lo que realmente vale la pena.

 

Padre Celestial deseo con todo mi corazón hacer lo que para ti es íntegro, ayúdame a formar esa clase de carácter en mí, porque lo menos que quiero hacer es entristecer a tu precioso Espíritu Santo. No importa el precio que yo tenga que pagar, tu palabra claramente me enseña lo que es integridad, te pido que me des la sabiduría y fuerza necesaria para vivir mi vida como tu palabra me manda.