La palabra implantada

 

 

Viernes, 05 de octubre de 2018

 

Hace un tiempo atrás el esposo de mi sobrina Niko fue diagnosticado con cáncer y su única esperanza era que los médicos pudiesen realizar un trasplante de médula ósea. Después de muchos intentos tratando de encontrar un donante compatible en el registro nacional de donantes no se pudo hallar un donante compatible. Así que los médico le recomendaron un procedimiento experimental en el que iban a extraer células madre de dos cordones umbilicales, uno que procedía de España y e otro de Francia. Después de unos cuarenta días de preparación y de quimioterapia los médicos realizaron el procedimiento que solo duró unos treinta minutos en el que fueron trasplantadas las células madre de los cordones umbilicales. Después era cuestión de esperar y ver si el cuerpo de Niko aceptaría o rechazaría el trasplante.

 

Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma. No solo escuchen la palabra de Dios; tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. – Santiago 1: 21-22 NTV

 

Al igual que Niko, nosotros también estamos necesitados de un trasplante, la diferencia es que nuestra enfermedad no es de naturaleza física, nuestra enfermedad reside en nuestras almas; el lugar en el que se encuentran nuestras emociones dolorosas y dañinas. Pero Dios en Su inmensa gracia ha implantado porciones de su Palabra en las vidas de aquellos de nosotros que nos llamamos cristianos. Pero depende de nosotros el determinar si vamos a recibir la palabra implantada y permitir que haga efecto plenamente en nosotros.

 

 

Ya hace casi dos años de que Niko recibió el trasplante de médula ósea, los médicos dicen que los primeros meses son cruciales pero es al final de cinco años que sabremos si su cuerpo aceptó totalmente el trasplante. La buena noticia es que después de dos años las probabilidades están totalmente a su favor. En pocas palabras, este trasplante le salvó la vida. Ahora nos toca a nosotros determinar si vamos a recibir la palabra que Dios ha implantado en nosotros y al aplicarla permitirle que haga su efecto completo para que ella logre salvar nuestras almas. Y sé que si recibes su palabra implantada en ti las probabilidades están cien por ciento a tu favor.

 

Padre Celestial gracias por tu palabra que has implantado en mí, gracias porque sólo a través de ella puedo salvar mi alma y Tú me amas tanto que es tu voluntad que así sea. Ayúdame a aceptarla de la misma manera que una persona acepta un órgano que ha sido trasplantado en su cuerpo.