La Promesa

http://i799.photobucket.com/albums/yy280/ICAdoral/Grace%20Devotional%20500%20px%20email%20header_zpsihzvrqos.jpg

 

La Promesa

Lunes, 09 de noviembre

 

Dios nunca nos prometió que por seguir a Jesús no nos sucederían cosas malas, por el contrario, Jesús mismo dijo: “Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo.” Dios nunca prometió que como seguidores de Jesús nunca nos enfermaríamos, ni tampoco prometió que si nos enfermábamos Él nos iba a sanar de todas nuestras dolencias. Hay veces que sana a algunos pero a otros elige no sanarlos. Dios nunca prometió enriquecer a todos los que lo siguen; Dios le da riquezas a algunos mientras que a otros les permite pasar por necesidades. Y Dios tampoco prometió revertir todas las consecuencias de nuestros pecados o malas decisiones, hay veces que lo hace y hay otras que no. Lo que Dios sí nos ha prometido es que está preparando un lugar en el que vamos a vivir con Él, un lugar en el que no habrán tiempos difíciles ni más enfermedades, necesidades, ni sufrimientos a causa de las consecuencias de nuestros pecados y malas decisiones. Esto ocurre cuando llegamos al cielo pero todavía estamos en la tierra.

El cielo suena como un gran lugar, pero ¿qué hago mientras tanto? ¿Qué hago cuando hay más cuentas que dinero con que pagarlas? ¿Cuando me encuentro enfermo con una enfermedad debilitante y los médicos no pueden ayudar? ¿Qué hago cuando por escoger seguir a Jesús todo se me dificulta? porque por lo menos los que no son seguidores pueden engañar, mentir y robar cuando están atravesando tiempos difíciles. La respuesta es simple, podemos llevar todas nuestras peticiones a Dios, no hay nada que no le podamos pedir, pero necesitamos entender que Dios no nos ha prometido que nos concederá todo lo que le pidamos. Algunos se preguntan, ¿entonces para que seguir a Jesús? Si cuando más lo necesito Él no me va a conceder mi petición, entonces ¿para que seguirlo? Dios nunca prometió que cuando más lo necesitemos nos va a conceder nuestras peticiones. ¡Dios nos ha hecho una promesa más grande que esa! Él nos ha prometido el cielo, un lugar nuevo y perfecto, pero mientras tanto, mientras esperamos a que llegue ese momento, mientras atravesamos todo tipo de dificultades, Dios nos ha prometido darnos su misericordia y gracia.

Hebreos 4: 14-16 NTV

Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, Él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.

 Dios quizás no nos conceda todo lo que pidamos, pero nos ofrece algo mucho mejor, acceso completo a su trono sin importar dónde hemos estado o lo que hemos hecho. La promesa es que cada vez que vengas a su trono puedes estar seguro que Él te dará misericordia y gracia. Misericordia significa que no importa cuales sean tus errores o pecados, que cada vez que genuinamente le pidas perdón Él te va a perdonar. La gracia significa que no importa lo que estés atravesando, Él no te dejará solo en esa situación; Él promete estar contigo dándote las fuerzas necesarias para vencer. La combinación de la misericordia y la gracia significa que Dios siempre tendrá misericordia y te perdonará, pero también significa que si no te concede lo demás que le estés pidiendo Él te va a fortalecer y va a caminar junto a ti en todas tus adversidades. La promesa de Dios es que Él siempre nos va a ayudar cuando más lo necesitamos dándonos misericordia y gracia.

Padre Celestial Tú eres la plenitud de mi vida, no sólo me brindas vida eterna a través de mi relación con Jesús, sino que me prometes que en esa eternidad no tendré que sufrir más por las consecuencias de mi pecado y malas decisiones, y como si todo eso no fuese suficiente me concedes tu maravillosa gracia y misericordia mientras espero aquí en la tierra por esa eternidad tan grande. Gracias Amado Padre, porque en realidad no merezco nada de todo lo que Tú haces por mí.