Mi conclusión – Bobby Cruz Jr

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Miércoles, 18 de mayo

 

¿Por qué es que siempre es más fácil comenzar algo que terminarlo? Es más fácil comenzar a leer un libro que terminar de leerlo. Es más fácil comenzar un proyecto que terminarlo. Es más fácil comenzar una dieta que mantenerla. Esto probablemente se debe a que lo que inicialmente nos motivó a comenzar algo no tiene la fuerza suficiente para llevarnos hasta su fin. Tal vez fuiste motivado por un comercial, un orador motivacional o por la manera en que te viste en el espejo. Pero lo que inicialmente te motivó no tiene la fuerza necesaria para llevar todo hasta el final.

 

Lo mismo puede decirse acerca de nuestras vidas espirituales, es más fácil comprometernos a Dios que cumplir ese compromiso. Escuchaste un mensaje que te motivó y te comprometiste a Dios. Te comprometiste a leer la Biblia y orar todos los días. Te comprometiste a ser voluntario en la iglesia y compartir el Evangelio fuera de la iglesia. Estabas motivado, sentiste un llamado de Dios para tu vida y te comprometiste, pero luego descubriste que es más fácil comenzar algo que terminarlo.

 

Nehemías y el pueblo de Jerusalén estaban comprometidos al llamado de Dios para sus vidas. Ellos decidieron dedicarse a reconstruir los muros de Jerusalén y reconstruir sus vidas. Y después de muchos riesgos, sacrificios y ser testigos del poder de Dios obrando a su favor terminaron los muros. Ahora estaban comprometidos a reconstruir sus vidas, que después de presenciar el poder de Dios en la reconstrucción de las muros se estaban comprometiendo a hacer lo mismo con sus vidas.

 

Nehemías y el pueblo sabían que la razón por la que habían caído en desgracia era porque habían vivido sus vidas desobedeciendo las leyes de Dios y estaban comprometidos a no cometer el mismo error. Así que acordaron un pacto entre ellos y Dios en donde prometieron que ya no se casarían con extranjeros, prometieron guardar el sábado y se comprometieron a cuidar del tempo de Dios.

 

Después de este nuevo compromiso Nehemías regresó a Persia como había prometido. Pero después de un período de tiempo desconocido, probablemente algunos años, volvió a Jerusalén y lo que encontró fue increíble. El pueblo que había edificado el muro y había dedicado sus vidas a Dios una vez más estaban practicando los mismos comportamientos que habían causado su caída la primera vez. Ellos se estaban casando con los extranjeros, el templo de Dios estaba completamente descuidado y ya no honraban el sábado. Como se pueden imaginar Nehemías estaba muy enojado.

 

Nehemías 13:25 NVI

Entonces los reprendí y los maldije; a algunos de ellos los golpeé, y hasta les arranqué los pelos, y los obligué a jurar por Dios. Les dije: «No permitan que sus hijas se casen con los hijos de ellos, ni se casen ustedes ni sus hijos con las hijas de ellos.

 

Mi conclusión

Al leer el verso anterior se podría pensar que a Nehemías se le pasó la mano. Nehemías no tienes que maldecir, golpear y arrancarle el pelo a la gente. El problema es que Nehemías entendía claramente las consecuencias de la desobediencia; sabía a lo que esto les llevaría. Y él no iba a permitir que volvieran a caer en desgracia. Mi conclusión es que nuestro compromiso y nuestras promesas no son lo suficiente para llevarnos hasta el final. Mi conclusión es que voluntariamente necesitamos colocarnos bajo la autoridad; hombres y mujeres de autoridad moral a los que les permitamos que nos pongan en nuestro lugar y nos recuerden las consecuencias de nuestros malos comportamientos.

 

Padre Celestial gracias por cuidarme y ponerme personas de autoridad que me van a ayudar a no caer en desgracia; gracias porque Tú buscas la manera de recordarme las consecuencias de mis malos comportamientos y decisiones. No permitas que me aparte de ti ni de tu ley, te alabo y te bendigo porque puedo imitarte a ti, que siempre terminas lo que comienzas.