¡Mira!

 

 

 

Miércoles, 03 de agosto

 

 

Para muchas personas el punto de partida de su fe es el perdón. El darse cuenta de la imperfección y del pecado. Al mirar hacia atrás en mi vida han habido temporadas que quisiera poder cambiar cosas que no debería haber dicho y hecho. Algunos fueron errores, otros fueron actos deliberados, pecados. Estoy seguro de que todos tenemos capítulos, o momentos que lamentamos y nos gustaría poder volver al pasado y cambiarlos. Pero la verdad es que por más que lo intentemos no podemos eliminar los pecados del pasado, así que miramos y señalamos a otros que se han comportado peor, para así sentirnos mejor acerca de nosotros mismos. O buscamos excusas y razones por nuestros pecados. O simplemente nos miramos a nosotros mismos y sentimos vergüenza y culpa y buscamos como poder afrontar el pasado. El problema es que, en el mejor de los casos, estas estrategias sólo funcionan temporalmente. Lo que necesitamos es buscar algo que pueda remover nuestros pecados. Lo que necesitamos es encontrar el perdón permanente.

 

En el primer siglo el pueblo judío vivía bajo el dominio del gobierno romano. Ellos entendían que la razón de su caída era por sus pecados. Pero un día un hombre llamado Juan el Bautista comenzó a predicar un mensaje de bautismo de arrepentimiento para el perdón de sus pecados, algo que captó su atención. La Biblia nos dice que en Judea y Jerusalén todos salían para ser bautizados por él (Marcos 1: 5). Ellos sentían la necesidad de un nuevo punto de partida, sabían que todas sus excusas y justificaciones por sus pecados no eran suficientes para quitar la culpa y la vergüenza que cargaban. Así que salieron a ver a Juan esperando que si aceptaban su bautismo finalmente recibirían lo que desesperadamente necesitaban, perdón permanente. Pero para su sorpresa, Juan les dijo:

 

Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen, 27 y que viene después de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias. – Juan 1: 26-27 NVI.

 

Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! – Juan 1:29 NVI.

 

No hay ninguna cantidad de buenas acciones, excusas o penitencia que sean capaces de eliminar nuestros pecados pasados, no hay ningún sistema religioso que sea capaz de quitar nuestros pecados. Es por eso que miramos hacia Jesús y su muerte en la cruz como un punto de partida y su resurrección como la culminación de nuestra fe.

 

Fijemos nuestra mirada en Jesús, en quien la fe empieza y termina.

– Hebreos 12: 2 PDT.

 

Antes de conocerte vivía sin esperanza alguna en cuanto a mi pecado, sintiéndome culpable y avergonzado, pero Tú llegaste a mi vida Jesús y hubo un antes y un después, gracias a ti pasé de muerte a vida, gracias a ti ahora vivo con la certeza de que me perdonaste y me amas tal cual soy, no tengo que hacer nada para ganarme tu amor, tan sólo confiar en ti y mirar lo que hiciste en la cruz por amor a mí.