MUÉSTRAME TU GLORIA

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COMENZANDO 02/11/2015

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Imagina esto. Moisés siguiendo la dirección del Señor saca al pueblo de Israel de Egipto después de cuatrocientos años de esclavitud. Moisés los dirige hasta al mar rojo el cual Dios abre y lo convierte en una alfombra roja y del otro lado, completamente libres de los egipcios, entran al desierto camino a la tierra prometida. En el desierto el maná les descendía del cielo, una roca les daba agua, una nube los protegía del calor del sol y por la noche la misma nube se convertía en fuego para protegerlos del frío de la noche. Pero a los pocos meses de iniciado el viaje el pueblo comenzó a quejarse, querían ser llevados de vuelta a Egipto. Dios les dio pan del cielo, pero ellos se quejaban diciendo que preferían los ajos y las cebollas que comían como esclavos en Egipto. Dios estaba listo para acabar con ellos, pero Moisés en dos ocasiones intercede y en ambas ocasiones Dios les extendió misericordia. Moisés sube al monte para reunirse con Dios y cuando baja descubre que los israelitas habían hecho un becerro de oro, ese era su nuevo dios. Moisés ya no podía más, había llegado al límite; tanto así que lanzó las tablas de piedra de la ley de Dios que estaban en sus manos y las quebró al pie de la montaña.

Éxodo 33: 12- 23

Versículos 12-14, 17-18 clave

Moisés le dijo al Señor: —Tú insistes en que yo debo guiar a este pueblo, pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. También me has dicho que soy tu amigo y que cuento con tu favor. Pues si realmente es así, dime qué quieres que haga. Así sabré que en verdad cuento con tu favor. Ten presente que los israelitas son tu pueblo. —Yo mismo iré contigo y te daré descanso —respondió el Señor.

 —Está bien, haré lo que me pides —le dijo el Señor a Moisés—, pues cuentas con mi favor y te considero mi amigo. —Muéstrame tu gloria —insistió Moisés.

Moisés le pudo haber pedido a Dios cualquier cosa. Él le podría haber pedido sabiduría, una recompensa por tener que soportar a ese pueblo testarudo o quizás una vía rápida a la tierra prometida, pero él no le pide nada de eso, más bien su petición fue “Muéstrame tu gloria”. Moisés vuelve a subir la montaña para reunirse con Dios y ahí Dios le permite ver un poquito de su gloria. Moisés desciende de la montaña con nuevas tablas en sus manos y sin él saber que ahora su rostro brillaba porque reflejaba la gloria de Dios. El pueblo de Israel ya no veía ira en sus ojos o preocupación en su rostro, ya no había miedo al futuro. Ahora Moisés se encontraba dispuesto a continuar enfrentando los desafíos que tendría por delante.

Estoy seguro de que en tu vida tú tienes problemas también. Tal vez sean financieros, o de salud, o quizás con tus seres queridos, pero déjame hacerte una pregunta: en medio de tus problemas, ¿tu petición no debería de ser la misma que la de Moisés? El deseo de Moisés no era recibir las bendiciones de Dios, más bien su deseo era Dios. La petición de Moisés no era una petición

centrada en sí mismo sino más bien centrada en Dios. Y quizás un vistazo de la gloria de Dios no vaya a cambiar tus circunstancias, pero sin duda alguna te cambiará a ti. Quizás no transforme el mundo a tu alrededor pero definitivamente transformará tu vida para siempre.

¡Padre Celestial tu gloria es tan grande que con tan solo un poquito de ella a Moisés le brillaba el rostro y desapareció toda la preocupación e ira de él! Te pido que por favor me ayudes a mí a reflejar tu gloria que va a transformarme para siempre, porque después de disfrutar de tu gloria puedo enfrentar cualquier reto que se me presente en la vida.