No es Justo

 

 

Miércoles, 05 de diciembre de 2018

 

La Navidad no es la historia acerca de la justicia de Dios, es todo lo contrario, la Navidad es la historia acerca de la gracia de Dios. Y digo que es todo lo contrario porque donde está presente la justicia no puede haber gracia, y donde está presente la gracia no puede haber justicia. La gracia no es algo que puedes comprar o trabajar para ganártela. Si fuese posible comprarla o ganártela, entonces no sería gracia.

 

Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.– Juan 13: 3-5 NVI.

 

No es fácil imaginarse a Jesús, el Hijo de Dios, lavándoles los pies a sus discípulos, hay algo completamente injusto en la imagen de ese cuadro. Pero esto es precisamente lo que encontramos a Jesús haciendo en el libro de Juan, cuando la verdad es que los discípulos eran los que deberían estar lavándole los pies a Jesús. Pero mientras Jesús se quitaba su vestimenta sacerdotal y se amarraba una toalla alrededor de su cintura, los discípulos no hicieron absolutamente nada. Mientras Jesús llenaba un recipiente de agua, los discípulos probablemente discutían en cuanto a cuál de ellos era el mejor discípulo.

 

No es justo que Jesús, sabiendo que sería crucificado al siguiente día, les estuviese lavando los pies esa misma noche. No es justo porque esos mismos discípulos cuyos pies Jesús lavaba lo iban a abandonar unas horas más tarde. No es justo que Jesús le lavara los pies a Pedro, sabiendo que el próximo día Pedro lo negaría. Y ciertamente no es justo que Jesús lavara los pies sucios de Judas sabiendo que dentro de unas horas Judas lo traicionaría. Al leer esta historia me gustaría volver al pasado y decirle a Jesús, no es justo, no les laves los pies a ninguno de ellos, no se lo merecen. Pero de esto precisamente se trata la historia de la Navidad, de un regalo inmerecido y no de la justicia sino de la gracia.

 

Lo más asombroso de esta historia es que tú y yo también somos recipientes de esa misma gracia. Tú y yo somos una gran parte de esa historia, pero con una gran diferencia. Jesús les lavó a esos hombres el sucio y la mugre que habían acumulado en sus pies por los caminos recorridos. Pero a nosotros nos limpió nuestras almas del sucio y la mugre que habíamos acumulado a través de todos los caminos pecaminosos que habíamos recorrido. Glorificado sea Dios porque Jesús no vino a darnos el regalo de la justicia, porque si fuese así todos estaríamos condenados, más bien nos vino a dar el regalo de su gracia.

 

La Navidad es la historia de la gracia de Dios, y es un recordatorio de que Jesús tuvo que sufrir injustamente y morir en una cruz para darnos el regalo de la gracia que nunca pudiéramos merecernos. En la Navidad Dios nos dio lo que desesperadamente necesitábamos, algo que nunca podríamos ganárnoslo o merecérnoslo.

 

Alabado seas Padre celestial que fuiste capaz por amor a mí de enviar a tu precioso Hijo Jesucristo para que me diera lo que con tanta desesperación necesito, tu gracia, esa gracia maravillosa que no es justo que me extiendas, pero que lo haces cada día de mi vida, gracias por la Navidad Señor amado, gracias por ese regalo que no hay manera que yo pueda ganarme o trabajarlo, Tú eres todo para mí, te amo con todo mi corazón y te pido que me ayudes a ser un recipiente de tu gracia para extenderla a mi prójimo en todo momento.