No es lo que esperaba

 

 

No es lo que esperaba

Martes, 23 de enero de 2018

 

 

Aún recuerdo el momento cuando era joven y me di cuenta de que Dios realmente existía. No hubo dudas, Dios se había manifestado de tantas maneras tangibles que no había forma de negar Su existencia. Todavía puedo recordar caminar de mi casa a la escuela totalmente sorprendido, pensando, ¡guau! ¡Dios realmente existe! No podía sacar ese pensamiento de mi cabeza. Mi deseo más profundo se convirtió en estar donde sea que pensara que Dios estaría presente, ya sea en un servicio en la casa de alguien, en un servicio de la iglesia o en un grupo de cristianos reunidos en un parque. Estaba completamente impresionado; estar en la presencia de Dios era algo irresistible. Pero poco a poco ese asombro se convirtió en miedo, me volví extremadamente temeroso de Dios. Al escuchar innumerables pastores, predicadores, maestros y creyentes hablar acerca de un Dios que me juzgaba. El problema era que Dios era todo lo que yo no era. Él era perfecto y yo era imperfecto. Él era santo y yo era un pecador. Poco a poco, mi deseo de acercarme a Dios se convirtió en una búsqueda continua de evitar y esconderme de Él. El mismo sistema religioso que me había llevado a Dios ahora me estaba alejando de Él. Pero una vez que hayas experimentado estar en la presencia de Dios es difícil mantenerte alejado, así que aprendí a seguirlo pero a la distancia.

 

 Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.

– Hebreos 4:16 NTV

La verdad es que después de muchos años de seguir a Jesús, me di cuenta de que la perfección de Dios y mi imperfección no se excluían mutuamente. Porque fue precisamente por causa de mis pecados y mis imperfecciones que Dios envió a Jesús a morir en mi lugar. Que mis imperfecciones no fue lo que me distanció de Dios, sino más bien mi percepción errónea de quién Él verdaderamente es. Él no me estaba buscando para castigarme por mis pecados, sino que a través de Sus misericordias me buscaba para perdonarme cada uno de ellos. Ni tampoco me estaba buscando para juzgarme por mis inconsistencias, sino que a través de Su bondad me estaba buscando para moldearme al carácter de Su Hijo Jesús.

 

La triste realidad es que actualmente todavía soy imperfecto y pecador. Aun soy pecador, pero un pecador que peca menos porque he sido cambiado y transformado en la presencia de Dios. Pero una cosa ha cambiado cuando peco, no tengo que evitarlo, ni esconderme de Él o, peor aún, pretender ser alguien que no soy. Puedo venir con toda confianza ante su trono; sin temor a ser juzgado y su promesa es que siempre me concederá misericordia y gracia. La misericordia me perdona mis pecados y su gracia me ayuda atravesar el reguero que causan mis errores.

 

Preguntas:

 

  1. Siendo completamente honesto en una escala del 1 al 10, ¿cuán profundo es tu deseo de entrar en la presencia de Dios?

 

  1. ¿De qué manera tu buen o mal comportamiento influye en acercarte a Dios?

 

  1. Cuando tomas en cuenta tus buenas obras o tus pecados, ¿qué esperas encontrar en la presencia de Dios?

 

  1. ¿De qué manera el saber que Dios es un Dios de misericordia y de gracia cambia tu percepción de estar a solas con Él?

 

  1. ¿Actualmente estás programando tiempo de manera consistente para estar a solas con Dios?

 

Padre Celestial gracias por tu misericordia, gracia y gran amor para conmigo, puedo ir confiadamente ante tu trono sabiendo que siempre voy a recibir esas tres cosas de ti; perdóname por las veces que me he alejado de ti pensando que Tú me juzgas, ayúdame a cada día de mi vida buscar primeramente de Ti, la fuente de vida eterna.