Noticias de Ultima Hora!

 

 

Lunes, 11 de Diciembre

 

Cuando se trata de noticias, ¿porqué siempre esperamos que sean malas? ¿Porqué será que cuando una persona en una posición de autoridad quiere hablar con nosotros lo primero que pensamos es que algo debe estar mal? Si eres padre o madre y te llama la maestra de tu hijo de inmediato piensas que debe haber hecho algo malo. Si tu jefe te llama a su oficina de inmediato piensas que te van a despedir. O quizás vas a ver a tu médico para tu chequeo anual y un par de días más tarde recibes un mensaje que por favor lo llames a su oficina y lo primero que piensas es que te va a dar una mala noticia. Y cuando lo que esperamos son malas noticias lo que hacemos es intentar evitar la conversación o por lo menos extenderla lo más posible. Lo mismo sucede con nuestra relación con Dios. Si Dios se nos presentase a media noche, si nos enviase un mensaje o una carta certificada diciéndonos que quiere hablar con nosotros probablemente lo primero que haríamos es analizar nuestro comportamiento y después de un breve análisis llegaríamos a la conclusión de que tienen que ser malas noticias, así que mejor evitemos o extendamos esta conversación lo más posible. Después de todo Dios es perfecto y yo soy imperfecto, Él es justo y yo no tan justo. Al fin y al cabo Dios nunca ha pecado y yo soy un pecador. La verdad es que nos asusta tener que presentarnos ante Dios y la razón es porque aún no hemos abrazado plenamente la historia de la Navidad. En un mundo repleto de malas noticias, si la historia de la Navidad se convirtiera en una realidad en nuestras mentes y corazones, borraría todos los miedos y temores que sentimos hacia Él. Y no pasaríamos tanto tiempo intentando evitarlo al analizar y ver todas nuestras imperfecciones y pecados, porque la historia de la Navidad se supone que sean buenas noticias que le traerán alegría a toda la gente.

 

Lucas 2: 8-11 NTV

Esa noche había unos pastores en los campos cercanos, que estaban cuidando sus rebaños de ovejas. De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los pastores estaban aterrados, pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!

 

Los ángeles aparecieron para traernos un carta certificada de parte de Dios, pero no eran las malas noticas que se esperaban, todo lo contrario, eran buenas noticias y deberían ser motivo de gran alegría para todos. Porque no eran sólo las noticias para personas buenas, santas o justas; eran y sigue siendo buenas noticias de gran alegría para todos. ¿Escuchaste las noticias? Dios decidió que iba a romper la regla por la cual vivimos en este mundo, la regla que dice que cosas buenas le deben suceder a personas buenas. Las buenas noticias de que Dios decidió que no nos daría lo que nos merecíamos, sino que Dios decidió enviarle buenas noticias a todos.

 

“Les traigo una buena noticia que traerá una gran alegría para todo el pueblo. El Salvador-sí, el Mesías, el Señor, ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!

 

¡Gracias amado Padre por esa gran noticia! Que no sólo llena mi corazón de alegría, sino que me recuerda constantemente que puedo acercarme a ti confiado de que siempre me das lo que no me merezco. Que no sólo en esta época tan bella del año yo recuerde que me nació un Salvador hace más dos mil años atrás, sino que esa buena noticia yo la abrace todos los días de mi vida.

 

¡Feliz Navidad!