¡Que desastre!

 

Martes, 20 de junio

 

Hace muchos años dos de mis tíos decidieron comenzar una nueva carrera como pintores. Su primer trabajo fue pintar el exterior de una casa vieja de dos pisos en Staten Island. El trabajo requería que pintaran un techo inclinado con una pintura mezclada con brea de color negro y la otra parte era pintar las paredes exteriores con una pintura de agua de color claro. Fueron a la tienda de pintura y compraron todos los materiales y la pintura necesaria para emprender su nueva carrera. Al siguiente día, temprano en la mañana, colocaron una escalera contra una pared y procedieron a subir todas las herramientas y materiales para comenzar a trabajar. Uno de ellos comenzó a preparar la casa, mientras que el otro abrió un tanque de cinco galones para mezclar la pintura de brea. Estaban a punto de comenzar cuando uno de ellos se tropezó con el tanque de pintura, que estaba en la parte más alta del techo. Inmediatamente los cinco galones comenzaron a caer por el techo hasta llegar a las paredes, luego sobre los carros que estaban estacionados abajo y luego por la acera y hasta la casa de los vecinos. ¡Que desastre! No había manera de que pudieran limpiar este desastre, así que su primer trabajo fue el final de su nueva carrera.

 

A una escala más grande esto se asemeja a lo que sucedió en este mundo. Dios creó el mundo perfecto y al poco tiempo lo convertimos en un gran desastre, tan grande que nos era posible poderlo limpiar. Pero Dios miró el desastre y en vez de enojarse con nosotros sintió compasión y decidió que Él limpiaría el desastre que habíamos creado. Alrededor del año 1876 AC Dios decidió comenzar el proceso de limpieza y en lugar de comenzar en un lugar específico, decidió comenzar con un hombre especifico cuyo nombre fue Abraham. Pero no se equivoquen, no sería Abraham quien arreglaría el desastre, sería Dios mismo.

 

Génesis 12: 1 NVI
El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré.

 

El Señor estaba a punto de comenzar el proceso de limpieza y Abraham sería el punto de partida para esto. Ahora bien, Dios no escogió a Abraham por su cualidades especiales, más bien lo escogió porque tenía que comenzar en alguna lugar. Abraham al igual que tú y yo era un hombre imperfecto. Tan imperfecto que mientras atravesaba Egipto para ir a la tierra que Dios le había prometido, el Faraón e fijó en su esposa y envió a sus siervos a preguntar por ella. Cuando le preguntaron a Abraham acerca de ella, él respondió que era su hermana y no su esposa y se la entregó a los siervos del faraón para que se convirtiese en una de sus esposas, hasta que Dios tuvo que intervenir para evitarlo.

 

Esta es una gran noticia porque, al igual que Abraham, vivimos vidas desordenadas. Nosotros también hemos hecho desastres en algunas áreas de nuestras vidas y por más que lo intentemos no las podemos arreglar. Pero si Dios pudo trabajar en la vida de Abraham y convertirlo en el Padre de la Fe, también puede tomar nuestras vidas y arreglarlas de igual forma.

 

Padre Celestial gracias por enseñarme tu gran compasión al intervenir en los desastres que yo mismo he ocasionado en algunas áreas de mi vida, no sé qué sería de mí sin Ti, una y otra vez me muestras tu gran amor y misericordia, estoy seguro de que al igual que hiciste con Abraham puedes tomar mi vida y arreglarla para cumplir tu propósito perfecto en mí.