Sanidad para el alma

 

 

Jueves, 31 de agosto

 

 

Recuerdo que de niño me decían que las personas que hablaban solas sufrían de algún tipo de enfermedad mental. Si esto es cierto entonces yo debería ser internado, porque constantemente me encuentro hablando conmigo mismo. ¡No puedo creer lo que hiciste! ¿Por qué dijiste eso? Tú sabes más que eso. ¿Te vas a escuchar a ti mismo o vas a escuchar a Dios? No te olvides de… Buen trabajo. Estas son algunas de las conversaciones que tengo conmigo mismo, y si eres como yo, no te preocupes que estamos en buena compañía. El rey David, autor de la mayoría de los Salmos, también hablaba consigo mismo.

 

Salmos 103: 1-3 NVI

 

Que todo lo que soy alabe al Señor; con todo el corazón alabaré su santo nombre. Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí. Él perdona todos mis pecados y sana todas mis enfermedades.

 

Nuestros pecados conducen a la pena capital, pero Dios salva nuestras vidas a través del perdón de ellos. Nuestras enfermedades conducen a la mortalidad, pero Dios nos mantiene vivos sanando nuestras almas. La sanidad corporal es uno de los beneficios de creer y confiar en Dios. He visto a Dios sanar milagrosamente a muchas personas de todo tipo de enfermedades, y mi madre una de ellas. Al leer los evangelios puedo ver como multitud de personas fueron sanadas milagrosamente por Jesús, pero eventualmente todas ellas murieron.

 

Al igual que el rey David, debemos recordar constantemente el alabar a Dios, porque la muerte y las enfermedades han sido conquistadas. Sí, Dios puede sanar nuestros cuerpos, pero la sanidad física es temporal, es sólo un parche porque eventualmente todos vamos a morir. Pero la parte eterna de nuestro ser, el alma, se va renovando día a día de todas las enfermedades a través de la obra de Dios. Y al igual que el rey David y a pesar de todos los altibajos de la vida, debemos constantemente recordar el alabar a Dios, para salvar nuestras vidas y sanar nuestras almas. A menudo no es lo que más queremos, pero en su eterna gracia Dios nos ha dado lo que más necesitamos, sanidad del alma.

 

2 Corintios 4: 16-18 NVI

 

Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.

 

Padre Celestial te alabo en este día, te doy toda la gloria y la honra que sólo Tú mereces, porque me muestras que lo importante no es lo pasajero, sino el alma que es eterna, y Tú la renuevas día a día a través de la alabanza. Gracias por salvar mi vida y sanar mi alma, y también por recordarme constantemente que todo lo que pueda sufrir es temporal y que debo mantenerme enfocado en lo invisible que es eterno.