Silencio y quietud

 

 

Silencio y quietud

Lunes, 29 de enero de 2018

 

 

Una vez escuché la historia de un esposo, empresario y hombre de negocios muy exitoso llamado John, que un día se despertó sintiéndose perdido y sin que su vida tuviese  sentido alguno. El problema era que él sabía cómo se sentía, pero no podía entender por qué se sentía así. Llevaba una vida de logros muy ocupada y emocionante, pero cuando reflexionaba sobre sí mismo no conocía a la persona en quien se había convertido. Podía enumerar las cosas que había logrado, pero de alguna manera, en medio del ruido y las demandas de la vida, se había perdido y no se reconocía a sí mismo. Su reacción inicial fue trabajar más duro para lograr nuevas y mejores metas. Pero al cabo de unos meses eso no le funcionó. Por lo que decidió que necesitaba un pasatiempo, algo en lo que pudiese desocupar su mente de todas sus responsabilidades y eso fue exactamente lo que hizo. El ejercicio físico, el golf y viajar se convirtieron en una nueva parte de su vida. Pero después de sumergirse en estos pasatiempos, pronto se encontró con los mismos sentimientos de estar perdido y de una vida sin sentido.

 

En un intento desesperado de recuperar su vida, John viajó a Arizona, donde gastó miles de dólares para ir a un retiro con un monje tibetano. Después de explicarle al monje cómo se sentía, el monje lo llevó a un estanque de agua. Inmediatamente, el monje recogió una piedra y la arrojó al estanque y le pidió a John que se agachara y observara el agua. ¿Que ves? Le preguntó el monje a John. Nada le respondió. El monje le dijo, mira otra vez, ¿ahora qué ves? John de nuevo respondió, nada más que el agua ondeando. Luego, el monje se dio vueltas y, mientras se marchaba le dijo: John, ven a buscarme cuando veas lo que hay en el agua. El hombre se quedó mirando el agua sintiéndose como un tonto y pensando, ¿Para esto fue que viajé y gasté miles de dólares?

 

Después de mirar el agua durante lo que a John le pareció un largo tiempo aunque solo habían pasado unos minutos, las aguas comenzaron a calmarse y las ondas desaparecieron. De repente, Juan vio su propio reflejo; podía ver su cara claramente reflejada en el agua. Al ver su reflejo, de inmediato entendió su dilema. Se había perdido a sí mismo en el ruido y el ajetreo de la vida y entendió en ese momento que su solución estaba en el silencio y la quietud.

 

El Señor le ordenó: Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? – 1 Reyes 19: 11-13 NVI

 

El profeta Elías había sido un hombre de Dios muy exitoso, pero un día se despertó y descubrió que era el hombre más buscado sobre la faz de la tierra. Toda su vida se había desmoronado y Dios parecía distante y desinteresado en el dilema de Elías. Así que un día Elías se sentó debajo de un árbol y le pidió a Dios que le quitara la vida y luego se quedó dormido. Pero un ángel del Señor lo despertó y lo llevó al Monte Sinaí, donde Dios se le revelaría. Y vino un gran viento, luego un terremoto y luego fuego, pero Dios no estaba ni en el viento, ni en el terremoto ni en el fuego. Pero luego vino un suave murmullo y, de repente, Elías estaba ante la presencia del Dios poderoso.

 

Preguntas:

  1. ¿Alguna vez has estado tan ocupado que has perdido de vista quién eres?
  2. ¿Alguna vez has estado tan ocupado en tus responsabilidades o problemas que has perdido de vista a Dios?
  3. ¿Dónde buscas a Dios?
  4. ¿Cuándo fue la última vez que buscaste a Dios en silencio y quietud?

 

Padre Celestial antes de conocerte me sentía completamente perdido y sin sentido, pero Tú le diste un propósito a mi vida y fue en la quietud del silencio donde pude encontrarte; perdóname por las veces que permito que los afanes y el ajetreo de la vida hagan que no te encuentre, ayúdame en todo momento a volver a ese lugar de silencio y quietud donde entro en tu presencia, que es lo único que le da verdadero sentido a mi vida.