Tu peor enemigo

 

 

Martes 10 de julio, 2018

 

 

Felices los mansos. – Jesús

 

A menudo me pregunto por qué hay tantas personas infelices en el mundo. A menudo me pregunto por qué a veces yo mismo no soy feliz. Si todos queremos ser felices, ¿por qué hay tantas personas infelices en este mundo? ¿Qué nos impide ser verdadera y consistentemente felices? La verdad es que cuando se trata de felicidad, tú y yo somos nuestros peores enemigos. Creamos estas enormes barreras que no nos permiten aceptar la oferta más increíble de todos los tiempos.

 

Mateo 11: 28-30 (NVI)

 

»Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.

 

Hoy veremos dos de esas barreras que nos impiden ser felices, el orgullo y la culpa.

 

  1. Orgullo

 

Desde niños nos han enseñado a creer en nosotros mismos, pero la verdad es que hay áreas de nuestras vidas, ya sean heridas, complejos o malos hábitos, que no hemos sido capaces de superar. Jesús dijo: “Felices son los mansos”. La mansedumbre significa simplemente reconocer que necesito entregar mi voluntad a alguien más capaz que yo.

 

Tras el orgullo viene el fracaso. – Proverbios 18:12

 

El necio engreído cae de rostro al suelo.  – Proverbios 10: 8

 

 

  1. Culpa

 

Los no creyentes dicen: “Necesito arreglar mi vida antes de venir a Jesús”. Y el creyente peca y luego en vez de venir a Jesús se esconde de Él. Cuando Jesús te invitó a venir a Él, ya conocía todos tus pecados pasados, presentes ​​y futuros.

 

Problemas demasiado grandes se amontonan sobre mi cabeza. Me han alcanzado mis numerosísimos pecados… y siento vergüenza de alzar la vista. – Salmos 40:12

 

Pero un día reconocí ante ti todos mis pecados y no traté de ocultarlos más. Dije para mí: “se los voy a confesar al Señor”. ¡Y Tú me perdonaste! Toda mi culpa se esfumó. – Salmos 32:5

 

Deja de ser tu peor enemigo; si realmente quieres ser feliz no dejes que el orgullo o la culpa sean una barrera entre tú y tu felicidad y entre tú y Jesús.

 

Amado Jesús ayúdame con mi orgullo y culpabilidad que no me permiten ser completamente feliz, gracias por amarme y perdonarme, sólo tengo que acercarme a ti reconociendo mis pecados y toda mi culpa se esfuma a través de tu perdón. Gracias por aceptarme tal como soy y estar siempre dispuesto a salvarme, a veces hasta de mí mismo.