Un Privilegio



 

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Martes, 16 de junio

En una oportunidad leí una cita en donde se mencionaba que la disciplina es lo que convierte algo bueno en grandioso. La disciplina es el poder desarrollar la fuerza de voluntad necesaria para actuar conforme a las reglas y normas establecidas, y también es el desarrollo de la fuerza de voluntad para hacer lo correcto; por ejemplo, el hacer ejercicio y comer los alimentos adecuados. La disciplina generalmente implica el desarrollo de la fuerza de voluntad necesaria para poder hacer algo que de otro modo no harías. Por muchos años, en mi vida de oración he ido desarrollando disciplina espiritual, porque no sólo quiero que mis oraciones sean buenas, quiero que sean grandiosas. Así que cuando soy consistente en mi vida de oración me siento bien conmigo mismo, pero cuando descuido mi vida de oración y soy negligente me siento culpable por ser indisciplinado. Durante muchos años así fue como lució mi vida de oración, algunas veces era disciplinado y otras indisciplinado.

Durante años me molestó mucho el hecho de que fuese tan indisciplinado con la oración y cuando oraba me sentía culpable porque sabía que no estaba siendo “espiritualmente disciplinado”. El orar consistentemente no era algo natural en mí. Sí, el orar es algo natural pero sólo cuando estás en algún tipo de peligro o quieres algo de Dios. Pero el compromiso diario de pasar tiempo orando no viene naturalmente a mí. Esto fue así hasta que me di cuenta de que el orar no debe ser visto como una disciplina espiritual, sino más bien como una bendición. La oración no es una disciplina espiritual, la oración es un privilegio espiritual. Un privilegio es un beneficio especial que se nos ha concedido por ser seguidores de Jesús.

Ya no oro porque se supone que debo ser espiritualmente disciplinado, ahora oro porque es un privilegio. Permíteme mencionarte algunos de estos privilegios:

El privilegio de venir a Dios tal como soy

Mis defectos ya no son un obstáculo para la oración, sino más bien la razón por la que oro. Yo no sé si te ha pasado a ti, pero antes la decisión de orar o no se veía impactada según como yo me sentía. Si esa semana me había portado bien entonces me sentía a gusto para orar, pero si no me había portado bien me sentía culpable al orar, o sencillamente evitaba orar. Pero la oración no depende de quien soy, el hablar con Dios es un privilegio otorgado por nuestro Padre Celestial. Que bello es poder hablar con alguien y poder ser totalmente honesto en cuanto a lo que piensas y sientes. Ese es uno de los privilegios de la oración, puedes ser totalmente honesto con Dios sin ningún temor a ser rechazado o juzgado, porque Dios sabe quién eres y no hay nada que le puedas decir que Él ya no lo sepa.

El privilegio de conocer a Dios en el contexto de lo que soy

Cuando oramos a Dios Él ya sabe quienes somos, lo que hemos hecho, lo que hemos dicho, lo que estamos pensando y en donde hemos estado, inclusive  también sabe todo lo que haremos. Dios nos conocen por completo, mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. Es precisamente bajo el contexto de quienes somos donde en verdad comenzamos a descubrir de manera íntima y personal a Dios. Es cuando hablamos con Él esas palabras que no nos atreveríamos a hablar con ninguna otra persona, ahí es donde realmente comenzamos a descubrir la gracia de Dios, la misericordia de Dios de manera personal. A través de la Biblia leemos información acerca de Dios, pero a través de la oración es que la información se convierte en revelación y conocimiento de quién Dios es. El privilegio de poder hablar con Dios tal y como somos es el contexto a través del cual Dios se revela personalmente en nuestras vidas.

El privilegio de acercarnos a la fuente de todo lo que es bueno

Cuando oramos nos estamos acercando a Dios quien es la fuente de todo lo que es bueno. Cuando descuidamos la oración en realidad nos estamos distanciando de la fuente de todo lo que es bueno. Dios es la fuente de amor, alegría, paz, prosperidad y todo lo que es bueno.

Jeremías 29: 11-14

Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré encontrar —afirma el Señor.

Es simple, el orar no debería ser una disciplina espiritual sino un privilegio celestial.

Que privilegio tan grande es poder hablar contigo que eres mi Padre Celestial porque cuando lo hago me acerco a la fuente de todo lo que es bueno para mí, no hay nada mejor que el poder acercarme a ti sin temor de quien soy, porque tú me amas y me conoces como nadie.

 

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