Piensa antes de hablar

Lo creas o no, el lugar de donde proceden la mayoría de tus problemas está a plena vista. Está encima de tu barbilla y debajo de tu nariz. Es tu boca. La biología nos dice que la lengua es el único músculo del cuerpo que funciona sin el apoyo del esqueleto. Y, la vida nos dice que a veces la boca parece funcionar desconectada del cerebro; parece tener su propia mente.

La verdad es que la boca es quizás el vehículo más poderoso que poseemos. Con ella podemos bendecir o maldecir, podemos construir o destruir y podemos matar o dar vida. Nuestras bocas son como el timón de un barco, aunque pequeño controla la dirección de nuestras vidas.

No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. – Efesios 4:29 NTV.

¿Lo entendiste? Que nuestras palabras solo deben expresar cosas buenas, útiles y siempre deben estimular a toda persona que las escuche. No sé tú, pero la mayoría de las veces mi boca se mueve más rápido que mi cerebro o voy hablando a pensando a la misma vez. Pero para poder cumplir con esta instrucción, esto va a requerir que pensemos antes de hablar. Ahora, esto no significa que tenemos que evitar conversaciones difíciles. Lo que significa es que tendremos que pensar antes de hablar.

Piensa antes de hablar y pregúntate:

  1. ¿A quién debería beneficiar esta conversación?
  2. ¿Cuál es la necesidad?
  3. ¿Cómo puedo hablar palabras buenas, útiles que estimulen al que las oiga?

Gracias Padre Amado por enseñarme que primero tengo que pensar antes de hablar, porque las palabras pueden hacer mucho daño pero también si utilizo las correctas pueden traer vida, tanto a mí como al que me escucha. Ayúdame a poner en práctica este principio de las tres preguntas que debo hacerme antes de hablar.