Por mucho tiempo me pregunté cómo es Dios ¿Qué piensa Él? ¿Cómo vive? A través del Antiguo Testamento descubrimos quién es Él; es el único y verdadero Dios. También descubrimos lo que ha hecho; Él es el creador de los cielos, de la tierra y de todo lo que existe. Pero, ¿cómo es Él? Por miles de años, la respuesta a esta pregunta fue un gran misterio. Pero hace dos mil años, Dios entró en nuestro mundo y ahora tenemos un mejor cuadro de cómo es Dios. El problema para muchos es que su percepción de Dios ha sido dictada por sus experiencias y circunstancias. Algunos se criaron en un sistema legalista y cada vez que las cosas les salen mal, piensan que Dios los está castigando por sus pecados. Otros se criaron con una percepción más liberal de Dios. Tienden a ser más impersonales, van a la iglesia en Navidad y en Pascua, pero viven sus vidas con poca o ninguna relación con Dios. Todos tenemos nuestro propio concepto de Dios, pero si alguien pudiera decirnos cómo es Dios, ese sería Jesús, el Hijo de Dios.
“Cualquiera que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decir: 'Muéstranos al Padre'? ”- Jesús (Juan 14: 9 NVI)
Aunque ninguno de nosotros a visto a Jesús, la verdad es que tenemos una mejor idea de cómo es Dios, porque Él habitó en medio nuestro. Y una de las cosas que aprendemos es que el dolor y el sufrimiento no son un castigo de Dios. Durante miles de años, las personas creían que el dolor y el sufrimiento eran siempre un resultado directo de haber pecado contra Dios. Pero en una ocasión, Jesús y sus discípulos se encontraron con un hombre que había nacido ciego, y sus discípulos le preguntaron: “¿De quién es la culpa de que haya nacido ciego? ¿Es el resultado de los pecados de sus padres o de sus propios pecados?” Y Jesús les respondió," están haciendo la pregunta equivocada, están buscando a alguien a quien culpar en lugar de buscar lo que Dios quiere hacer”. Ahora sabemos que la preocupación de Dios no es quién pecó y causó el dolor y el sufrimiento en nuestras vidas. Que Dios no está corriendo buscando a alguien a quien culpar, sino más bien, lo que más le preocupa es como utilizar las circunstancias difíciles en nuestras vidas como una oportunidad para demostrarnos cuánto se preocupa por nosotros y nos ama. Padre Celestial gracias por mostrarme tu gran amor a través de tu Hijo Jesucristo, gracias porque me enseñas que mis circunstancias difíciles no son el resultado de tu castigo por mis pecados, todo lo contrario, son una gran oportunidad para demostrarme cuánto me amas y te preocupas por mí. Perdóname cuando tengo una percepción errada de ti. Te amo y te alabo en este día y siempre mi buen Dios.