Hambre de Justicia

Al mirar hacia atrás en las últimas semanas, la pandemia reveló muchas cosas. Hoy, sin minimizar la increíble pérdida de vidas y el devastador impacto económico mundial, me gustaría centrarme en los efectos del comportamiento humano de la pandemia. Por un lado, extrae lo mejor de algunas personas, hay todo tipo de actos de amabilidad. Y eso es algo bueno. Pero, ¿por qué no podemos ser siempre amables el uno con el otro? Por otro lado, la violencia doméstica está en aumento y algunos incluso están aprovechando esta tragedia para enriquecerse, desde grandes corporaciones hasta individuos en nuestras comunidades. La verdad es que esta pandemia no ha moldeado nuestros comportamientos, simplemente ha revelado quiénes somos.

Quizás la mejor palabra para describir quiénes somos es inconsistentes. Algunos días estamos en nuestro mejor momento, otros días en nuestro peor momento. Un día prometemos, nunca hago esto o aquello y lo decimos en serio, pero días, semanas o meses más tarde volvemos a nuestro mismo mal comportamiento. Algunos días reconocemos nuestras inconsistencias, otros días las excusamos. La verdad es que no siempre podemos ser la persona que sabemos que debemos ser. No podemos controlar constantemente nuestro comportamiento, hacemos y decimos cosas que desearíamos no haber hecho y dicho. Y existe esta división en nosotros que queremos hacer y decir lo que está bien, pero no podemos; Al menos no consistentemente.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. – Mateo 5: 6 NIV.

En el Sermón del Monte, Jesús se dirigió a una gran multitud de hombres y mujeres que vivían bajo el dominio del Imperio Romano, quienes en su mayor parte sabían que sus circunstancias habían sido un resultado directo de sus inconsistencias hacia Dios. Y Jesús los miró y les dijo: ustedes son tan dichosos porque Dios, el mismo Dios con el que han sido inconsistentes está a punto de hacer por ustedes lo que no han podido hacer por ustedes mismos. Él borrará sus inconsistencias y les dará una posición correcta con Él.

El apóstol Pablo lo expresó de esta manera cuando escribió en Romanos 3: 22-25 NVI:

Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere. Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. Sin embargo, Dios nos declara justos gratuita y bondadosamente por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre.

Padre celestial te doy tantas gracias porque ante tus ojos yo soy justo, y no por mérito propio, sino todo lo contrario porque soy inconsistente, sino gracias al sacrificio de tu amado Hijo Jesús en la cruz, que derramó su sangre para que yo tuviera vida y pudiese ser justificado delante de Ti. Te alabo, te bendigo y te doy toda la gloria y honra que sólo Tú mereces. Gracias por enseñarme lo dichoso que soy.