¿Qué hay para mi?

Si has estado siguiendo las noticias de COVID-19, hasta hoy todavía hay más preguntas que respuestas. Pero a pesar de esto, no hay pocas personas que creen saber exactamente de dónde vino o no este virus y también que saben y exigen que hagamos lo que ellos dicen. Eso es pura arrogancia, solo haz memoria de unos días atrás y descubrirás que las mismas personas que exigen obediencia eran las mismas que nos decían que no necesitábamos una máscara facial. Y, nos decían que el virus había nacido en un mercado en la China, ahora parece que se escapó de un laboratorio en la China.

¿Por qué la arrogancia? ¿Por qué mejor decir, aun no sabemos? Tal vez sea porque admitir que no sabes requiere humildad. Y, la verdad es que el único vacío más grande que la falta de respuestas al virus por parte de algunos de nuestros políticos, periodistas y celebridades es la falta de humildad. Dicho esto, me gustaría confesar que es más fácil para mí ver la falta de humildad en los demás que en mí mismo. Creo que para la mayoría de nosotros cuando carecemos de humildad no es impulsado por la arrogancia, sino por la sensación de quedarnos atrás. Porque la humildad es la actitud de priorizar a los demás antes que a mí. El problema es que la humildad nos deja con una pregunta, ¿Que hay para mí?

Dios bendice a los que son humildes, porque heredarán toda la tierra. – Mateo 5:5 NVI

La falta de humildad causa que nuestra actitud sea la de, primero yo, pero esa actitud destruye amistades, matrimonios, familias, iglesias, comunidades y países. No solo eso, sino que la falta de humildad eventualmente nos distanciará de Dios también. Tal vez por eso en el Sermón del Monte Jesús enseñó que la forma de obtener la bendición de Dios era a través de la humildad. En el Libro de Filipenses, el apóstol Pablo nos ordena que tengamos la misma actitud de humildad que tenía Jesús, quien voluntariamente vino a este mundo para servir y no para ser servido. Y sí, le costó la vida. Pero al final, Dios lo recompensó y le dio el nombre que está por encima de todo nombre, para que en el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor. Para la gloria de Dios Padre.

A medida que vamos pasando por este momento difícil, vístete de humildad y busca oportunidades para servir de manera segura a otros, no solo fuera de tu hogar, sino que deberías comenzar a practicar la humildad en tu hogar. Y, recoge el teléfono y llama a tus hermanos en Cristo, llama a tus amigos y familiares y pregúntales cómo están; y sí, nada más ora por ellos. Y cuando te preguntes, ¿Qué hay para mí? no olvides que Dios bendice a los humildes.

Amado Jesús ayúdame a tener la misma actitud que tuviste Tú cuando viniste a este mundo, que te humillaste a Ti mismo tomando forma de siervo, ayúdame a humillarme, a estar pendiente de las necesidades de otros, a practicar humildad en mi hogar y fuera de él. Gracias Señor porque cuando yo me humillo Tú me bendices, aún sin merecerlo.