Aquí no hay intercambio de regalos

 

La Navidad tiene que ser la época más maravillosa del año, pero ¿a quién se le habrá ocurrido la práctica pero no tan maravillosa idea del intercambio de regalos? Digo no maravillosa porque si intercambias algo, entonces ya no es un regalo, es simplemente un intercambio. Y, si tienes que comprar un regalo para obtener un regalo, para eso cómprate tu propio regalo. Ahora, lo único peor que el intercambio de regalos es el intercambio de regalos no hablado. Esto sucede cuando alguien te da un regalo esperando que tú le des uno a cambio. Y, si te compraron un regalo costoso, lo más seguro es que van a esperar un regalo equivalente a cambio. El problema es que para que sea un verdadero regalo tiene que venir sin condiciones, por lo menos así fue en la primera Navidad.

Muchas veces traemos esta misma manera de pensar a nuestra relación con Dios y actuamos como que si estuviésemos intercambiando regalos con Él. Y, queremos recordarle los sacrificios, compromisos y promesas que le hemos hecho. Porque suponemos que Dios nos ve a través del lente de lo buenos o malos que hemos sido. Pero la primera Navidad es un recordatorio de que tanto la salvación como el tener una relación correcta con Dios no es un intercambio de regalos y no es un regalo basado en méritos, sino más bien es un regalo que Dios nos otorga, no por quienes somos o lo que hayamos hecho sino por quien Él es y por lo que Él hizo.

En la primera Navidad, el día en que nació Jesús, el ángel del Señor se apareció a un grupo de pastores que vivían cerca y les dijo:

«No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». – Lucas 2: 10-12 NIV.

El primer regalo de Navidad llegó envuelto en pañales y en la primera Navidad no hubo un intercambio de regalos. Si esta simple pero poderosa verdad pudiera llenar completamente nuestros corazones y nuestra mente, le daría un significado completamente diferente a la Navidad, pero más importante, transformaría radicalmente la forma en que nos relacionamos con Dios. Debido a que no tenemos que llevar una relacionar con Dios en base a lo que podamos ofrecerle, si no que podemos relacionarnos con Él en base a lo que Él nos ofrece. El regalo gratuito de la salvación que nos llega envuelto en pañales a través de su Hijo Jesucristo.

Padre celestial gracias por ese maravilloso regalo de Navidad que me obsequiaste sin condiciones, a tu precioso Hijo Jesucristo, mi Salvador; yo no tuve que regalar ni intercambiar nada contigo para obtener el mejor regalo de todos que llegó envuelto en pañales. Ayúdame a llenar mi corazón y mi mente con esta gran verdad que le da a la Navidad el verdadero significado que tiene.