Transiciones 2

Todo lo que crece cambia y todo lo que cambia pasa por transiciones. Hay diversas transiciones; algunas ocurren naturalmente, otras las escogemos y otras simplemente nos llegan, aunque no las queramos. Pero lo que todas tienen en común es que siempre son estresantes. La Biblia está llena de hombres y mujeres que pasaron por transiciones difíciles. Un día, un joven llamado José fue atacado por sus hermanos y lo vendieron a comerciantes de esclavos y, de repente, José se encontró en una horrible transición. Un día Dios le dice a Abraham, quiero que dejes todo lo que te es familiar y quiero que vayas a una tierra de la que no sabes nada. Y Abraham entró en una transición difícil. Y un día, un ángel del Señor se le aparece a una adolescente llamada María y le dice, vas a tener un hijo que llamarás Emanuel y durante los siguientes nueve meses, vas a pasar por grandes penas y vergüenzas.

Las transiciones son una parte inevitable de la vida. El problema es que muchas veces, cuando estamos pasando por transiciones difíciles, pensamos que Dios nos está castigando, pero nada puede estar más lejos de la verdad. Es en las transiciones de la vida, cuando nos separamos de lo que nos es familiar, que Dios puede hacer su mejor trabajo en y a través de nosotros. El problema es que nuestra tendencia es depositar nuestra confianza en las cosas que hemos construido, como nuestros trabajos, cuentas de ahorro, pólizas de seguro o nuestros amigos, padres, parejas o familias. Pero cuando nos encontramos en una transición difícil, Dios obtiene nuestra atención. Ahora estamos dispuestos a orar, leer la Biblia y asistir a la iglesia. Y, Dios en su inmensa gracia y sabiduría usa esa oportunidad para hacer algo maravilloso que de otra manera no hubiese podido hacer.

Cuando atravesamos las transiciones difíciles de la vida, nuestra tendencia es resistir, controlar o manipular. Pero si nos rindiéramos al propósito de Dios para nuestras vidas, lo que descubriremos es que en la transición Dios puede hacer su mejor obra en nosotros y también a través de nosotros. Porque al final de cada transición en la que te rindas a la voluntad de Dios sucederá algo maravilloso. En el caso de José, salvó a la nación de Egipto y a toda su familia. Abraham, se hizo conocido como el Padre de la Fe y María se convirtió en la madre de Jesús. Porque cuando Dios nos lleva a una transición, siempre es porque tiene algo mejor para nosotros.

«Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman». – 1 Corintios 2: 9 NVI.

Amado Padre Celestial me rindo al propósito tuyo para mi vida, es precisamente en mis períodos de transición que al rendirme a tu voluntad puedes hacer tu mejor obra en mí y a través de mí. Gracias por tu palabra que me enseña que lo que Tú tienes para mí es tan grande y maravilloso que yo ni siquiera lo puedo concebir.